Esmeralda, la princesa guerrera

Natalia

Pasaban los días y echaba más de menos a mi amada princesa, Esmeralda. Cada vez pensaba más en ella, en su corto cabello con bucles color azabache, en la profunda y tierna mirada que transmite con esos enormes ojos color miel, como el café con leche de buena mañana.


La conozco mejor que ella misma, desde siempre hemos vivido en la casa de al lado del otro, hemos vivido sensacionales momentos que nunca olvidaría.


Pero de repente todo se volvió complicado, Esmeralda, la mujer de mi vida, estaba siendo atacada por algo que no podía controlar.  Muchas veces quise cambiarme por ella, lo hubiera hecho sin pensarlo con tal de que estuviera bien.


Fue repentino, de un momento a otro empezó a encontrarse mal, escasamente tenía fuerzas para realizar sus actividades, no tenía la misma energía para cantar como siempre lo hacía, con esa dulce y armoniosa voz, cada vez tosía más y estaba más decaída. 


Me sorprendió saber que eso la atacó, ella era tan cuidadosa, tan pulcra y precavida que nunca me lo hubiera imaginado, ni siquiera tenía la culpa. 


Me dolía tenerla tan lejos aún siendo mi vecina, me afligía e indignaba sentirla en una burbuja de diamantes, tan bella y admirable porque la envolvía a ella, pero a la vez tan dura e irrompible, donde no se puede cruzar. 


Reflexioné excesivamente buscando alguna solución o manera de que no se sintiera sola, de que eso no pudiera vencerla y apoderarse de ella. Después de mucho tiempo llegué a una conclusión, tenía un plan pero no sabía si funcionaría, de todas formas lo intenté. 


El primer día a primera hora de la mañana le envié un avión de papel a su ventana, con un mensaje. 


—Buenos días, princesa, espero que hayas dormido bien porque hoy te espera un gran día. 


Después de unos minutos, otro avión de papel llegó a la ventana de mi habitación. 


—Buenos días, la verdad es que ya sabes cómo estoy, siento que esto puede conmigo, por lo tanto no tengo muchas esperanzas de tener un gran día. 


No me iba a rendir, unas horas después le envié otro avión de papel, esta vez con un mensaje distinto. 


—¡Me encanta! Siempre supe que tenías talento para estas cosas, es un dibujo precioso. ¿Crees que soy así de guapa de verdad? —me respondió. 


—No, en persona lo eres aún más, pero no se puede apreciar del todo en el dibujo, princesa —con seguridad y dulzura le respondí. 


Desde la ventana la pude ver sonreír. El resto del día estuvimos intercambiando aviones de papel, hasta el día siguiente. 


Antes de que despertara le envié un pequeño detalle con un mensajero especial. Bingo, su perro, que a veces se cuela en mi jardín, me ayudó con esta misión, en su collar pude colocar las flores favoritas de Esmeralda y una foto nuestra, para que no olvidara nunca que siempre estaré, aunque no podía acercarme a ella. 


Al día siguiente hicimos videollamada, aunque al principio se negó logré convenverla, hice todo lo posible para que se riera a carcajadas como nunca, hasta que se quedó dormida. 


Pasaban los días y cada vez hacíamos cosas distintas, la veía un poco mejor y eso me hacía sentir bien. 


Hasta que el médico confirmó que le quedaban solo unos pocos días y podría verla por fin, así que puedo decir que he matado aquello que la atacaba, he salvado a mi princesa, a la mujer de mi vida. Siempre podemos hacer algo por alguien, lo que sea, aunque pensemos que es lo más mínimo puede hacer mucho. Gracias por leer nuestra historia, como liberé de eso a mi amada princesa, Esmeralda.

Categoria de 13 a 17 anys. Centre López Vicuña

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