Música subterránea

Martina

En las calles del centro de mi ciudad se halla el metro de la Plaza de la Música. Cada día, al bajar unas estrechas escaleras y unos abarrotados pasadizos, me cruzaba con un solitario músico callejero.


En los túneles del metro resonaban contagiosos clásicos de los blues interpretados con una singular destreza a la guitarra. Eran melodías tan reconfortantes y de ritmo tan alegre que se volvían aroma para el oído.


Pero cada vez que una moneda arrojada por una persona que pasaba de largo rebotaba sobre la funda de la guitarra junto al cartel que ponía donaciones, el músico se hacía la misma pregunta. Así es como conocí a Iván.


Una canción y otra, y, sin embargo, la gente seguía sumida en sus pensamientos mientras caminaba hacia delante, sin ni siquiera girar la cabeza.


Cuando Iván empezó a tocar en el metro, estaba animado y por la noche se desvelaba escogiendo las canciones que le parecían indicadas para el próximo día. Pasado un tiempo, el trabajo le comenzó a desanimar y a deprimir. Una noche, mientras el artista buscaba una canción, abatido, recordó los días en que había puesto tanta pasión a su trabajo y pensó  por qué ya no le entusiasmaba. Dentro de su cabeza pasaban frases, preguntas, interrogantes: "¿Por qué los pasajeros no se paran a escuchar mi música?"


Iván siempre había querido ser músico, ya que desde su punto de vista era un trabajo jovial y enriquecedor. Esa era la razón por la que no quería pasar el día arrepintiéndose de haber escogido ser músico. Por la noche ya no dedicaba el tiempo decidir canciones, sino a buscar una solución para que lo escucharan.


Probó la mayoría de ideas que se le ocurrieron, pero no funcionaron. Hasta que, ya harto de buscar soluciones erróneas, empezó a hacerse a la idea de que trabajaría por simple caridad. 


Había llovido durante toda la semana y hacia días que Iván aguantaba las gotas que salpicaban los paraguas de los pasajeros del metro. Salió de los pasadizos subterráneos a la calle, tan desesperado que deseaba que cayera una solución del cielo como lo hacía la lluvia. Caminó sin rumbo y acabó en un callejón. Había unas cajas amontonadas en una esquina y olía a dejadez. El músico se acercó y descubrió una silueta entre las cajas empapadas. En la oscuridad descubrió un perro de tamaño medio. El animal estaba asustado y por eso el músico se compadeció de él y lo cogió con cuidado.


Llegaron al apartamento del músico empapados.


La siguiente semana, Iván se llevó el perro al metro, ya que no podía tenerlo encerrado en su desordenado y minúsculo piso.


Durante los primeros días el músico no lo notó, pero al final de una de aquellas jornadas, acompañado por el perro, finalmente se fijó en que había más público de lo habitual. La gente que pasaba empezó a interesarse por la música de Iván mientras acariciaba al perrito.


 


 

Categoria de 8 a 12 anys. Nou Patufet

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