El sueño de la realidad
Eran las 9 de la noche de un viernes oscuro y frío. Acabé un día más lleno de entrevistas de trabajo, con la esperanza de que alguna de las tantas a la que había ido me llame para decirme que he sido aceptada.
Me dirigía hacia el metro de Cataluña, mientras caminaba, exhausta, pasaba por a lado de varias cafeterías, el aroma de estos lugares me daba un sentimiento de tranquilidad, lo cual yo no tenía. Veía a la gente feliz y conversando a través de los cristales y mi corazón caía en un vacío. “ Quisiera poder sentirme como ellos, aunque sé que tal vez lo que veo ahora no sea lo que viven día a día”, decía.
Al llegar al metro me di cuenta de que ya era tarde, las 11. Ya no había mucha gente. Saqué mi ticket y pasé por el detector, fui hacia los túneles de transbordo de esta parada, eran inmensos y silenciosos... Por alguna extraña razón no había la típica gente que va yendo a fiestas, que aunque parezca que a veces es un poco molesta la alegría que van transmitiendo porque saben qué tipo de noche les espera, es lo que hace que este lugar no sea tan sombrío y solitario.
Avanzaba a través del túnel que marcaba la flecha del lugar al que quería ir. Iba con la mirada baja, pensando en qué hacer cuando llegue a casa, a lo lejos escuchaba las vías sonando, subí mi mirada y empecé a caminar más rápido para alcanzar el tren que se acercaba. A medida que caminaba noté algo extraño. La entrada se iba alejando, pensé: “Será por el cansancio”. El sonido de las vías se hacía más fuerte, así que tomé un pequeño impulso, la entrada se alejaba aún más, las luces empezaron a parpadear, la luz se apagó y el sonido de las vías se volvió chirriante.
Me encontraba en total oscuridad. El sonido grave y metálico que ya no parecían las vías recorría en círculos mi cabeza, y mi cuerpo comenzó a caer. Fue ahí cuando desperté con un espasmo, casi cayendo de mi cama y dándome cuenta de que el sonido chirriante eran las puertas oxidadas de la cocina de mamá.
Categoria de 13 a 17 anys. IES Eduard Fontsere