CAMERINOS SUBTERRÁNEOS.

Sarai De Manuel

Metro.


Da igual el color de línea o la franja horaria… No importa que sea un martes a las 5:30 de la mañana o un sábado a las 3:00 de la madrugada. Todo el mundo "va o vuelve" de algún lugar.


"¡Vaya personajes hay en el metro!" ¿Quién no habrá dicho, o al menos escuchado esto alguna vez?… Yo antes lo decía refiriéndome a las cosas llamativas y características del metro, como las personas que montan shows en pleno vagón para ganarse la vida, o las que vuelven a casa después de un sábado noche. Pero un día, después del trabajo, cogí el metro para llegar a casa y empecé a sentirme mal. Me senté en el primer asiento que vi libre y me puse con la cabeza hacia abajo tapándome con los brazos. Me encontraba fatal… No tenía fuerzas ni para hablar. Al pasar unos minutos y empezar a recomponerme, levanté la cabeza lentamente pensando: "Madre mía, ¡Qué vergüenza!… ¿Qué pensará la gente al verme así?…" Y empecé a observar a todo el mundo disimuladamente. Nadie estaba mirando. No había gestos de preocupación o de asombro. Me iba recomponiendo poco a poco sin dejar de observar mi entorno. Me di cuenta de que las personas durante su trayecto en el metro se abstraen bastante del exterior, y simplemente son naturales con lo que sienten en ese momento o como se encuentren. Sin filtros.


No sé si alguien se dio cuenta de lo que me ocurrió, pero de ser así nadie me juzgó. 


Desde entonces, cada vez que cojo el metro contemplo y escucho con atención mi entorno. He de decir que ahora es distinto. Ahora es como si fuera una espectadora de un show en vivo y en directo. 


Observo la diversidad de personas con distintas vidas, muchas de las cuales  hacen el mismo recorrido cada día y no se dan cuenta. Sin embargo otras, en el mismo caso, al final acaban estableciendo un vínculo que evoluciona con el tiempo. Personas con orígenes y vidas distintas pero haciendo el mismo trayecto cada día. Personas unidas por el metro.


El metro me recuerda al teatro. Más bien, a los camerinos de un teatro. A los pasajeros los veo como actores que, durante su trayecto, se preparan la obra a su manera, se relajan, ponen la cara que les salga y se ríen si les nace. Escuchan música, poesía, miran redes, whatsappean o retocan algún selfie que se hayan hecho. Toda una preparación que sólo hacen durante su trayecto allá donde vayan o allá de donde vengan. 


Es bonito observar en las personas esa transparencia, esa "nube particular" que puede disiparse por un momento cuando alguien se da cuenta de que hay una persona mayor entre la multitud del vagón y se levanta para ofrecerle su asiento, o cuando es hora punta y ves a esos estudiantes poniéndose la mochila entre los pies y apretándose para poder hacer un último hueco y que pueda entrar al vagón el pintor que, con la ropa de uniforme y cansado de su jornal, probablemente decida no sentarse y ofrecerle el asiento a la mamá de María, que va dormida en su carrito. Momentos de pausa donde los ciudadanos se comunican con sonrisas, gestos de cortesía, miradas de complicidad y con la palabra "gracias".


Una parada antes de su destino, las personas van saliendo de ese "estado de concentración interna", van haciéndose hueco y se preparan para salir, como los actores cuando les toca dejar el guion a un lado y colocarse tras el telón antes de salir al escenario.Cuando las personas llegan a su destino… Se abren las puertas del metro al igual que las de un telón.


¡Ostras! ¡Que me paso! 


Fin de mi trayecto. Señores, ¡QUE EMPIECE EL ESPECTÁCULO!.

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