La revolución de las sonrisas

Bruna

Era un lunes de marzo. Y no era un lunes cualquiera. ¡Era el día de mi cumpleaños!


Mamá me despertó con un super beso ruidoso, de esos que te hacen cosquillas.


Estábamos tan felices que no nos habíamos dado cuenta que nos habíamos quedado dormidas, así que me lavé la cara, me vestí y ya estábamos en la calle. 


¡No hay clases, mamá! 


Siempre que nos quedamos dormidas, desayuno en la casa de mi abuela que está a dos paradas de metro. 


Amo desayunar con mi abuela, ella tiene todo el tiempo del mundo para mí. 


Y no me da tan caliente la leche como su hija. Yo no le digo nada cuando me la sirve y espero que se enfríe. 


Ella está muy preocupada, la veo mirar por la ventana y no hace más que pensar.  


No le gusta coger las escaleras mecánicas, ni los ascensores, dice que si no vamos cargadas, hemos de hacer ejercicio, por eso estoy delgada. 


Siempre subimos o bajamos las escaleras normales y las vamos contando. 


Ya me sé de memoria cuántos escalones tiene la escalera para bajar al metro. Desde la calle hasta el andén hay 16.606 escalones. Y dos descansos para tomar aire. . 


Es como subir a una montaña pero al revés. 


Mi mamá me regaló una máscara de tela que tiene dibujada una super sonrisa. 


Ese día me moría de la vergüenza. No podía decirle que la máscara era horrenda con esos dientes de gigante que tiene. Porque ella me mira cuando la tengo puesta y se sonríe. Es que desde que comenzó todo esto no sonríe.  


Ese día me moría de la vergüenza. Al entrar al vagón la gente toda me miró y ahí comencé a notar que la gente que sonríe se les arruga donde van las arrugas, a los lados de los ojos.  Cuando más se arrugan, más grandes son las arrugas.


Por más que lo intente, no me salen a mí y eso que hasta hago fuerza. La gente me mira y se sonríe. Es mágica esta máscara.


Soy la única niña en el metro, miro hacia delante y atrás en el chorizo de vagones, solo yo. 


Cuando llegamos a lo de mi abuela le dije que tenía una super idea y tenía que ayudarme.


La gente va muy seria en el metro a trabajar y hay que hacer algo, que podamos cambiar al mundo. Enseguida me dijo que sí, es más buena mi abuela. 


Y a la tarde ya teníamos un plan para intentar hacer sonreír a la gente. 


Acordamos no decirle nada a mi mamá y era un secreto para siempre entre las dos. 


Y le pusimos, la revolución de la sonrisas. 


Entonces al otro día además de la máscara llevaba los calcetines de diferentes pares y la gente ya no solo se sonreía, sino que algunas personas me señalaban con el dedo. 


Al otro día llevaba la máscara, dos calcetines y dos zapatillas diferentes colores. 


Y al día siguiente llevaba la máscara, calcetines y zapatillas diferentes. Y con la ropa al revés. Ya soy famosa, porque algunas personas me conocen y me sacan fotos. 


Y hoy no sabía qué hacer para ayudar a la gente y resulta que mi mamá me ha hecho una sola coleta, de un solo lado, sin darse cuenta. Es genial, a ver como reaccionan. 


 


Si hay alguna persona se le ocurre mas juegos, me puede esperar todos los días a las 8 horas en la boca del metro Badal. 


Soy Bruna, la superheroína, que una mamá la lleva de la mano, volando.


 

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