Silencio

Petricor

Cuando se abrieron las puertas, una oleada de pasajeros descendió del vagón. Una multitud de rostros ocultos tras las mascarillas, con prisas por alcanzar las escaleras y emerger en la superficie. Marta presenció ese habitual desfile como el resto de personas que esperaban para poder entrar en el vagón, aunque a diferencia de ellos, Marta no podía oír el sonido de las decenas de pares de zapatos que pisaban el suelo. Tampoco podía escuchar las voces de aquellos que hablaban por teléfono o con la persona de al lado. Ni siquiera el ruido apremiante que avisaba de que las puertas iban a cerrarse. Y es que antes, cuando las sonrisas eran de dominio público y no tan solo testigos de un trozo de tela, Marta podía leer los labios de la gente, saber lo que decían. Podía imaginar las voces que tendrían y resonar así en su cabeza. Pero ahora se limitaba a observar todo bajo ese acostumbrado embrujo de silencio, como en una película de cine mudo, salvo que sin la música.


Y es que la pandemia le ha quitado cosas a todo el mundo. A algunos les ha quitado las noches de fiesta. A otros el trabajo. Algunos han perdido a un amigo, a un familiar o incluso la vida. Y a Marta le ha robado el sonido.

T'ha agradat? Pots compartir-lo!