Cuidaré de ti

Sbarrachina

Eduardo, como todos los días, prepara el desayuno con cariño y esmero, mientras le acompaña su esposa. Eran días felices a pesar de no tener demasiadas comodidades. El dinero sirve para vivir dignamente pero sin florituras. Trabaja horas y horas, acaba con el cuerpo dolorido y lleno de cansancio. No le importa, si la recompensa era tener un plato de comida en la mesa y la sonrisa de su bella esposa.


Marcha hacia el trabajo donde le espera su eterno compañero de fatigas, su autobús.


Es chófer y su oficio es ayudar a moverse a la población por la ciudad. Siempre haciendo el mismo recorrido diario, viendo cómo la gente dialoga sobre su vida o mirando la ciudad desde la ventana Los días soleados son los mejores para disfrutar de la ciudad. La mayoría de la gente es educada, no se olvida de decirle los buenos días o que tenga un bonito día.


Está a punto de llegar el verano y se nota un ambiente más festivo dentro del autobús. La gente tiene más ganas de hablar. El frío les congelaba las palabras en invierno, mientras que ahora es todo lo contrario. Hay tantas conversaciones que la radio que acompaña a Eduardo apenas se escucha.


Eduardo al acabar su jornada vuelve a casa con alegría de ver nuevamente a su esposa. Tantas horas al volante con ganas de acabar el día junto a ella. Conversando largamente de sus horas separados y disfrutando de una buena cena, leer un buen libro antes de decidir acostarse y esperar al día siguiente.


Una mañana la esposa de Eduardo está olvidadiza, más de la cuenta. No le da importancia pero a los pocos días comienza a olvidarse del nombre de sus padres, y otros detalles que comienzan a preocupar a Eduardo. Tenía miedo de dejarla sola demasiadas horas. No sabe qué hacer. No entiende qué le sucede. Era como si los recuerdos desaparecían de repente, sin explicación alguna.


Tuvo que tomar una decisión. Decide ayudar a su mujer con lo que puede, sin perder la esperanza, para cuidarla de la forma que se merece. Le acompaña en sus trayectos en el trabajo, sobre todo cuando el médico de la ciudad le diagnostica Alzheimer. Está en un estado que no puede valerse por sí misma. Depende de otra persona. Su mente poco a poco se va apagando. Desgraciadamente no tienen los medios económicos para poder sobrellevar la situación. De momento el Alzheimer no está demasiado avanzado pero llegará el momento de que, aunque él no quiera, tendrá que pedir ayuda. El problema es que no sabe cómo hacerlo.


Los meses siguientes su vida cambió radicalmente. Los viajes junto a su esposa en el autobús llegaron a oídos de un periodista que decidió contar su historia.Provocó que todo el país conociera su situación. Quién iba a imaginar que una fundación conocida del Alzheimer se interesara por su estado y decidieron ayudarlo con los cuidados de su esposa.


No podía creer que fuera tan afortunado por haber encontrado a gente tan amable que decidiera ayudarle. Qué duro es que la persona que más amas en este mundo no sea capaz de reconocerte. Almenos ahora estará en buenas manos. Cuidaran de ella como se merece. Seguirá viéndola porque nunca dejará de estar a su lado. Agradecido por la ayuda y podrá volver a conducir su autobús tranquilo mientras los pasajeros no dudan en darle su cariño y apoyo, le animan a que no se rinda y que siga adelante.


 

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