Incontrolable

Victor Pons

Fue ella. Fue ella quien me enseñó que un simple paseo en bus podía significar mucho más.


Tal vez debería dar un poco de contexto. Todo comenzó en un restaurante japonés de mi ciudad. Había quedado con un amigo y su pareja para ir a comer, y cuando me presenté en el restaurante les vi, pero les acompañaba el hermano de mi amigo, al cual ya conocía, y una chica que no había visto en mi vida. Mentiría si dijera que no me pareció guapa, aunque la mayor parte del tiempo, durante la comida, estuvo callada. Fue algo que comprendí y que me resultó normal, pues ella sólo conocía al hermano. Más tarde, cuando nos despedimos, me quedé a solas con mi amigo y su pareja y les comenté la buena impresión que me había causado la chica. Ambos me invitaron a pedirle el numero de teléfono, algo que por norma general no suelo hacer, dada mi timidez, pero en aquel momento fue al contrario. Me dejé llevar.


He de aclarar que a la chica se le pidió permiso para "intercambiar" números, ya que no quería incomodarla. Una semana más tarde comenzamos a hablar por teléfono. Y fue instantáneo. Sé que muchos me podrían tachar de cursi o de intenso, pero realmente lo fue. Realmente pude sentir esa conexión especial al instante, aunque intenté que la adrenalina y la emoción no se notaran demasiado.


Hablamos durante un par de semanas y hubo un par de intentos de quedar y así vernos en persona, pero por desgracia nuestros horarios eran incompatibles. Mis amigos me avisaron de que bajara las expectativas, pero les hice caso omiso. Un mes más tarde, a mediados de diciembre, tenía planeado ir al cine y mientras hablábamos la chica mencionó que hacía bastante tiempo que no iba, así que, a pesar de que mi intención era ir solo, probé suerte y le invité a venir conmigo. Fue una noche magnífica y muy divertida. Aunque reconozco que el camino de ida fue algo incómodo, ya que ninguno de los dos era capaz de articular palabra alguna debido a los nervios. Además, para rematar la noche de camino de vuelta, me perdí con el coche.


Desde aquel momento gané la confianza para esperarla cada martes en una de las paradas de bus de Plaza España y así volver a casa juntos. Yo salía de las prácticas alrededor de las 14:00, mientras que ella salía de clases cerca de las 14:30. Lo sé. Nadie esperaría a otra persona a no ser que su relación esté ya establecida, pero a mí me daba igual. Me salía de dentro querer verla, así que no me importaba. Martes tras martes nos sentábamos en los asientos del final del bus y charlábamos, nos reíamos.Todavía recuerdo sus vambas Adidas, sus pantalones tejanos ajustados, su chaqueta beige, su collar y el olor de su perfume, Women's Secret. En definitiva, disfrutábamos. Nos permitimos ser nosotros mismos, sin juzgarnos. O al menos esa era la impresión que yo tenía.


Por desgracia esta situación se alargó demasiado, y llegó un momento donde a mí no me parecía suficiente. Fue entonces, en el mismo bus de siempre, donde le pregunté directamente por nuestra situación. Reconoció sentir algo al respecto, aunque también admitió no estar segura de si seguir adelante. Cualquier otra persona se habría lanzado o habría sido más directo. Yo simplemente le entendí. No quería forzar nada, así que sugerí distanciarnos. Sé que es algo extremista, pero aquel bus había dejado de ser un simple bus. Intenté actuar de la manera más honesta posible, no sólo con ella sino conmigo mismo. Pero por suerte o por desgracia, aquél no fue el último día en que la vi.

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