5, Abril
5 de abril, hoy escribo desde el tren, de vuelta a casa y con ganas de exteriorizar un poco cómo me siento. Realmente no tengo mucho por lo que quejarme ni de lo que hablar, me siento afortunada y soy feliz con la rutina que he cogido estos años, puede que por eso esté tan agitada, lo noto porque la mayoría de días antes de llegar a Sants ya me he dormido del todo y hoy en cambio no puedo, no paro de pensar en lo rápido que pasan los meses y en lo mucho que dejaré atrás en nada. Ni mucho menos quiero ponerme dramática,
pero estoy pensando en esas sensaciones y esos recuerdos que he tenido y tengo en este tren, en esta gran ciudad y necesito dejar por escrito algunas de estas historías, como esa sensación de correr con mis amigas porque no llegamos al metro, reírnos y que todos nos miren, la sensación de pensar que con ellas todos los días son fin de semana, porque puedo salir de fiesta y dormir con ellas siempre que quiera, nunca antes había ido en metro por la noche, y si nunca lo haces, te aseguro que nunca podrás saber lo divertido que es. El otro día, antes de ir a una fiesta, entró un chico con todo el pelo alborotado. Mi amiga, sin querer, chilló que tendría que peinarse, y él acabó poniéndose la capucha, y aunque nos dio pena la situación no pudimos evitar estar horas riéndonos. Pienso también en la sensación de sentir esa libertad y paz que nunca antes había sentido, de poder hacer todo lo que quiera, la sensación de sentirme parte de algo, de un grupo. En el metro empezó todo, ahí fue donde conocí a mi mejor amiga el primer día de clase, nos hicimos amigas al instante en cuanto nos dimos cuenta de que habíamos cogido el metro en la dirección contraria. Creo que ese hecho, por tonto que parezca, nos unió para siempre.
Barcelona, mi escuela, el metro, bus nocturno y este tren se han convertido en mi casa, y sólo pensar que cuando termine el ciclo todo esto posiblemente se acabe, me pone triste, porque posiblemente se haya acabado la etapa más bonita de toda mi vida.