Inmersividad del movimiento estático

Cristo M.

  Yann Tiersen suena delicadamente desde el acordeón. Los ojos transeúntes de Marina lo escuchan, algunos con más atención que otros; hay monedas que caen en el sombrero y sonrisas detrás de las mascarillas. Hay dos líneas inversas paralelas, puesto que algunos salen y otros entran, ya sea con la intención de recargar, comprar un bocata o de pasar por las murallas de cristal. Hay un bullicio melódico y una voz que se escucha desde los parlantes: L’ús de la mascareta és obligatori


 


  Tras divisar algunas miradas perdidas entre las líneas mecanografiadas por la tecnología, vislumbro la pérdida en mundos mágicos, como Macondo o Comala, al igual que sitios históricos, tal como la Plaça del Diamant. Me hallo en la andana entre espacios posibles y la mirada de Karma, aquella animación motivada por el civismo y la precaución de los objetos. Llega el metro y vuelven las líneas: unos salen y otros entran. Azul para todos y gris para las reservas. Ya no estoy volando con sirenas homéricas junto a Ulises, sino que me encuentro entre las preocupaciones cotidianas; algunos van de pie, mientras otros están sentados. La voz vuelve. Propera parada: Arc de Triomf, enllaç amb…


 


  La ciudad recarga momentos acumulados que condicionan las experiencias individuales, especialmente en los rincones compartidos por completos desconocidos educados por Karma. Entran y salen. Desde la distancia más cercana se escuchan vocablos. He sentit sobre Ucraïna i em fa molta por aquesta situació… Próxima estación: Urquinaona, conexión con…


 


  Salen y entran. Ahora me alejo de Francia con Tiersen para entrar a Italia con Vivaldi. El violín suena mientras nuestros ojos se mueven desde su postura estática; algunos fijan el objetivo, las manos y las notas; otros continúan en sus respectivos mundos ficcionales, al igual que algunos dialogan sobre sus inquietudes. En tan sólo dos estaciones, en aquellos ínfimos minutos, he logrado viajar por varios países. J’aimerais aller à la Sagrada Familia et connaître Gaudí. Las luces rojas cambian con las paradas. Se abren y se cierran. Propera parada: Catalunya, enllaç amb…


 


  Italia se desvanece entre las palabras conjuntas, pero ahora se aproxima a los ritmos latinoamericanos, ya no por la delicadeza y dulzura del violín, sino por el esfuerzo de la voz. Entran y salen. Anonimato, simplemente pienso. Extraños compartiendo una extrañeza; extraños que viajan juntos; extraños que comparten sus mundos desde los actos inconscientes, pues todos son rostros camuflados por los colores, algunos desde el azul, otros desde el rojo, al igual que el amarillo; extraños de colores viviendo en armonía. The beaches are wonderfully beautiful, aren’t they? Je crois que la montagne est mon lieu préféré. La luz cambia y noto que mi trayecto está próximo a su final. Próxima parada: Universitat, conexión con…


 


  Cierran y abren. Hay pequeñas existencias de inexistentes palabras, pero con poder suficiente para crear en sus cabezas; hay idealizaciones desde lo profundo del vientre. Tiempos compartidos en planos distintos. Grises. Schätzchen, Alles gut? Wir reisen in der Fantasie. Mi viaje por el mundo termina junto a la apertura de las puertas, pues la parada ha llegado a mí sin la necesidad de yo ir a ella. Salgo junto a la línea por aquellas puertas de cristal. Siguen formándose los paralelos inversos. Subo por las escaleras mecánicas y, tras visualizar a mi derecha, hallo la Universitat de Barcelona. 


  


 

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