Un beso en el metro

Julián

Vuelvo a casa en la línea verde del metro después de toda la mañana en clase. Va lleno de estudiantes hablando en grupitos de forma ruidosa mientras yo me evado del mundo, escuchando música con mis auriculares. Odio los rebaños de chicas que se pavonean maquilladas y vestidas con ropa minúscula, enseñando sus curvas para que los chicos guaperas revoloteen alrededor de ellas.


 Levanto la vista cuando tres cotorras gritan al unísono mirando en el móvil de una de ellas. Las miro con desprecio cuando en mi campo visual aparece una chica absorta en su libro. A pesar de que la mascarilla le cubre la cara hay algo en sus movimientos pausados, la concentración con la que lee, su soledad y su manera de vestir que me llama la atención. La observo detenidamente un buen rato hasta que levanta su mirada y nuestras miradas se cruzan.


Me quedo fascinada por su mirada profunda y algo turbada bajo mi vista al suelo y me sonrojo. Afortunadamente el metro está llegando a la parada de Fontana y empiezo a moverme para bajar, pero cuando se abren las puertas me lo pienso mejor y decido seguir en el metro para no dejar de mirar a la chica que me tiene intrigada.


 Vuelvo a clavar mi vista en ella, que ha vuelto a concentrarse en su libro. Mi imaginación echa a volar y pienso que se acerca a mí y me besa apasionadamente , uniendo nuestros labios en un beso infinito mientras todo el vagón nos aplaude.


 Cuando el metro llega a Lesseps, la chica recoge su libro y se acerca a la puerta, y yo me animo a seguirla con un cosquilleo en el estómago, sin saber adónde se dirige ni cuándo la perderé definitivamente. No tengo un objetivo concreto, aunque mi curiosidad va en aumento. Cuando se para en un semáforo me pongo a su lado y la miro a la cara. Levanta la vista y me mira de nuevo, curiosa.


 —Hola —digo sin pensar.


 Ella se muestra desconcertada y por un momento pone cara de duda pensando si me conoce de algo. Me mira con ojos de interrogación y me devuelve el saludo. 


 Nos quedamos plantadas en la calle como dos idiotas sin saber qué decir, el semáforo cambia a verde y la gente a nuestro alrededor cruza la calle, ajena a nuestro estúpido silencio.


 —¿Quieres besarme?  —vuelvo hablar y enseguida bajo la vista cohibida. No me puedo creer que pueda haber verbalizado ese pensamiento delante de una desconocida.


—No —responde lacónica, y la miro a los ojos con cara de cordero degollado —. Pero me gustaría conocerte— me dice, y veo su sonrisa ancha y franca. 


 El semáforo en verde empieza a parpadear indicando que va a cambiar, y empezamos a caminar una al lado de la otra como si alguna fuerza invisible nos uniese, y sonrío animada mordiéndome el labio inferior, contenta de que mi subconsciente me haya traicionado de esa manera.

T'ha agradat? Pots compartir-lo!