Idilio fugaz
Baja las escaleras de la estación a toda pastilla, tiene que llegar a Terrassa antes de las nueve para la rueda de prensa. Mañana el titular de los periódicos será suyo, se repite. Entra en el vagón y se queda de pie, mirando al infinito. Está nervioso, juega con su ipod buscando entre las canciones alguna que le lleve a junio, a la Costa Brava, a las cervezas de media tarde y los pantalones cortos. Mueve la cabeza mientras tararea en silencio. El vagón se vacía y nota unos ojos puestos en él. Mira de reojo esas Vans desgastadas y el bolso de piel sobre el que reposa el último libro de Kent Haruf. La gente entra y sale y él se reubica para poder seguir escrutándola. Ella sigue con curiosidad esa americana azul desenfadada, con moleskine en el bolsillo, de la que salían las notas de su canción favorita. «Si sonríe, me acerco», piensa. «Si se acerca, le sonrío», se dice él. Pasan las estaciones y su interés se diluye. El titular de mañana y el libro de Haruf vuelven a ser los protagonistas. Llegan a su destino.