La magia de Barcelona
Como siempre llegaba tarde, salía con el tiempo justo de casa y tenía que ir a la estación de metro de Sagrera. Por fin llegué y baje lo más rápido posible las escaleras sin tropezarme con nadie ni caerme.
Cuando estuve en la zona de la vía vi cómo el metro entraba, justo a tiempo.
Había poca gente, así que podía respirar a gusto e incluso sentarme. De camino a Plaza Cataluña, dejé en pausa la música porque había entrado un cantante que empezó a rapear y hacer unas rimas al aire nombrando a la gente que veía en el vagón, era muy divertido. En ese momento señaló a un chico con una camiseta llamativa y con una sonrisa que me quedé flechada de ella, la sonrisa más bonita que había visto en mi vida. En ese momento aparté rápido la mirada, porque me di cuenta de que se había fijado en mí y me estaba observando, y yo, avergonzada, empecé a taparme la cara por la timidez que estaba pasando. Entonces el cantante tuvo que resaltar que estaba allí, cuando de repente se puso cerca de donde me encontraba e hizo una rima conmigo y el color de mi pelo, rojo llamativo.
No podía pasar más vergüenza en el metro. Volví a mirar de reojo y allí estaba, mirándome y sonriendo como si nada. No quería dejar de mirarle pero por suerte llegó el momento de bajar en mi parada. Me di cuenta de que él seguía en el vagón y siguió su camino, así que me quedé en el recuerdo de esa sonrisa y empecé a subir las escaleras para salir de allí.
Era un buen día, justo era Sant Jordi, así que toda Barcelona estaba llena de libros y rosas, el mejor momento. Salí de la zona del metro para encontrarme con mi amiga y dar una vuelta por esas zonas.
Fue un largo día, paramos a comer por la zona de Urquinaona, algo sencillo y rápido, y luego fuimos caminando hasta Arc del Triomf. Allí nos hicimos fotos, miramos libros y yo no paraba de pensar en él, en cómo iba vestido, en lo que hubiese sido conocerle, le expliqué toda la historia a mi amiga y ella solamente me decía que tenía que haber seguido en el metro, haberme chocado o algo para que hubiese podido hablar con él.
Pero no era tan sencillo, así que simplemente se quedó en la nada poder conocerle. Seguimos nuestro día hasta el final, y allí ya nos dimos cuenta de que era la hora de irnos a casa, así que fuimos a la estación del metro de Arc del Triomf, mi amiga se fue y yo me quedé para renovar mi T-Usual, utilizando mi T-Mobilitat.
Estuve un ratito en las máquinas y en ese instante una mano tocó mi hombro y yo me giré, pensando que era mi amiga que se había olvidado algo, y cuando iba girando mi cabeza y abrí los ojos, ahí estaba él, con su bonita sonrisa, su camiseta llamativa y en la mano derecha una rosa. Estaba en shock, no sabía cómo reaccionar, ni que decir, ni que hacer, lo único que podía hacer era mirarle.
En ese momento empezó hablarme, qué voz más dulce, me dijo que la rosa era para mí, que llevaba todo el día paseándose por toda Barcelona en mi busca para entregarla y decirme que se había enamorado de mis ojos, de mi cabello rojo y que tenía una gran ilusión por conocerme.
Yo no supe reaccionar, estaba hecha un flan y sin mucho pensarlo, acepté la rosa y le abracé. Noté la vibración del metro pasando por mis pies y su corazón en mis oídos, latiendo bajo su pecho, fue un momento único vivido en el sitio más curioso de la ciudad condal.
En ese lugar tan curioso como era el metro podía vivir una historia de amor única y exclusiva. Nos fuimos juntos en el metro y allí empezó nuestra historia de amor.