Adiós al Adiós
Como cada mañana, me dirigía al trabajo en metro. Me gusta observar a la gente, la mayoría mirando el móvil. Si cambiaran los móviles por libros, la ciudad también cambiaría,o eso pensaba.
Me fijaba también en las caras de las personas, no tenían una apariencia alegre y feliz, ni siquiera las madres con niños pequeños o los estudiantes, que permanecían pendientes del teléfono sin descuidar su parada final.
El ruido de un nuevo mensaje me despertó de mis pensamientos.
El mensaje era de mi hermano, que decía: "He venido a casa y María está realmente mal, ven inmediatamente."
Empezaron a temblarme las manos y sentí un dolor muy agudo en el estómago, bajé en esa misma parada y subí rápidamente las escaleras para ir al otro lado del andén.
Espere dos minutos a que llegara el próximo metro, que me pareció más de una hora.
Cuando llegué a casa , me encontré a mi hermana hablando de espíritus y de otros seres demoníacos que la perseguían ,era otra persona dentro del cuerpo de ella.
Intenté convencerla de ir al hospital, o a cualquier centro que pudiera ayudarla, pero era inútil. No escuchaba a nadie, estaba inmersa en sus alucinaciones, parecía encontrarse en ese submundo imaginario que ella veía como real.
Una madrugada se fue, la llamé por la mañana, al descolgar el teléfono me dijo:
-No te preocupes si me pasa algo, he hecho daño a mucha gente y merezco morir.
Antes de que colgara se escuchó el sonido de las puertas del metro al cerrarse.
Fui directamente a la parada de metro más cercana y busqué por toda la línea verde que es la línea más cercana a su casa.
Me paré en Lesseps y lloré, no la encontré, ni recibí ninguna llamada.
Pasaron las semanas, y ni la policía ni todos los carteles que daba a la gente al salir del metro funcionaron, seguía sin saber de ella.
Cada mañana hacía turnos de dos horas en cada salida del metro de la línea verde, sin ninguna respuesta. Nadie sabía nada, nadie la había visto.
Pasaron los meses, vivía acompañada de una tristeza que me devoraba, seguía con la búsqueda de María, con poca esperanza.
Quería saber qué había pasado, era mejor saber que seguir así.
Fueron pasando los años, sentía que el mundo se había parado para mi, pero el metro seguía sin detenerse, y sin saber nada de ella.
Algunos días como era ya costumbre, me iba a pasear por la línea verde, hasta que un día la vi, estaba guapísima y me miraba con una enorme sonrisa.
Y desapareció.