El Refugio

La línea 35

Supongo que todo el mundo sueña, imagina, fantasea...cuando viaja en autobús. O bueno, eso intento creer. Cualquier persona podría decir que tengo una buena vida. Con trabajo, dinero, familia. Podemos decir que todo lo material lo tengo cubierto. Y bueno, es verdad. ¿Y por qué me siento como me siento?


 


Supongo que estamos en la espiral de la vida. Soy mujer, por si no lo habías notado, y del siglo XXI. Significa que tengo estudios, trabajo, pero sin embargo, estoy anclada a una vida anterior donde la crianza de los hijos ha de estar por encima de todo. Has de tener la casa limpia, los niños atendidos y además, trabajar a tiempo completo. Que se me entienda bien, estoy feliz por trabajar. Me encanta mi trabajo. Me siento realizada cada día, pero con la sensación de que las 24 horas no me dan para nada más.  24 horas, 7 días a la semana, siempre en el bucle. El día de la marmota.


 


¿Qué clase de madre sería si cogiera una maleta y me plantara en el aeropuerto?


 


-  Un billete para el primer avión al fin del mundo, por favor.


 


Ahora mismo no lo recuerdo, pero fue un día del mes de marzo. Me levanté y eché un vistazo atrás. ¿Era feliz así? ¿O el mundo a mi alrededor me había hecho creer que sí? Acababa de abrir la caja de los truenos.


Ahora que lo veo con distancia pienso que no sé si fue algo bueno. Al final, vivir en tu zona de confort te hace no pensar, no replantearte la vida, no sufrir.


No lo sé.


No tengo ni idea de si fue algo bueno.


¿He cambiado algo en este año que ha pasado desde entonces? No. Y tampoco sé cómo cambiarlo.


 


Me falta el aire cada vez que respiro cada mañana. Cojo el abrigo, cojo el bolso y salgo por la puerta. Vivo en las afueras, así que el trayecto en autobús, dos veces al día, es lo que me salva de caer en un agujero negro de soledad.


Me pongo los cascos y miro por la ventana.


Casas adosadas, jardines super cuidados y familias que siguen con su vida cotidiana y parecen realmente felices, o lo parecen.  Por un momento, y durante una hora, mi refugio es el autobús. Cierro los ojos y me permito soñar.


Imaginar una vida en la que no tengo responsabilidades, donde no tengo que dar explicaciones a nadie y en la que no tengo la más remota idea de que pasará de mi mañana. ¿Qué me gustaría hacer? No sé, ya se vería.


 


Incluso me permito recostarme en la ventanilla y no pensar en nada. En NADA.


 


Suelo llevar un bloc de notas donde escribo lo que veo y lo que siento. Cada vez que una persona sube al autobús intento imaginarme a qué se dedica, si tiene pareja, hijos, dinero. En qué sueña. Suelo fijarme en su expresión de la cara. ¿Será feliz? ¿O estará atrapada también en su vida?


 


Intento imaginarme cómo sería levantarme en una playa desierta donde solo se escuchara el sonido del mar y de las gaviotas. Quizá es algo que tendría que experimentar para contároslo.  


De momento el autobús es lo que tengo. Mi pequeño y efímero paraíso donde me permito no ser yo. Donde me puedo dejar llevar sin pensar en el que dirán.


 


¿Qué será de mí dentro de un año? Ya os lo contaré. También me gustaría saberlo. Aunque quizá, lo bueno de esta vida es, no saber que te depara para dejarte sorprender. 

Te ha gustado? Puedes compartirlo!