Dos mundos

mino

Siempre que entra en la estación de metro se encuentra su T-10 caducada de hace más de 4 años. La guardó aquel año en que la ciudadanía parecía más despierta de lo habitual, antes de las mascarillas, cuando se hablaba de la T-11, de aprovechar el último viaje pasando el billete a otra persona. Esa tarde se la ofreció a más de media docena de personas, que la rechazaron, más que con palabras con miradas de desconfianza. Se preguntó si sería su piel morena lo que había causado dicha reacción; quizás si fuera de piel blanca y ojos claros la respuesta habría sido positiva y se hubiese llevado alguna sonrisa en las pupilas. Se quedó pensando en el anuncio de viajar con Karma, pero aparentemente ese Karma, si existe, sabe de colores y nacionalidades. Entonces recuerda que en su tierra, allá en el sur, el transporte público es una fantasía y que a pesar de la precariedad del sistema de transporte, cada vez que una persona entra en el autobús saluda en voz alta al resto de las personas. Nunca se ha publicitado lo del Karma y sin embargo existe un código de respeto que es más fuerte que cualquier campaña publicitaria, es algo que se aprende desde niño. Sin duda en ese otro mundo, en su tierra natal, la T-11 hubiese sido un éxito rotundo y es una de las razones por las que aún conserva ese billete; para recordar de dónde viene y valorar lo que ahora tiene. Quién sabe si un día ambos mundos podrían fusionarse, creando un lugar en el que viajar con Karma deje de ser sólo un anuncio y se convierta en una realidad, en la cual la confianza y el respeto florezca entre todos y no sea necesario inventarse T-11s, Karmas ni otros pretextos para acercarnos los unos a los otros, piensa, mientras se abre campo entre el cúmulo de personas que intenta entrar antes de dejar salir.

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