El arca de Noé

Bun chan

Me llamo Blanca. Soy una perra mestiza. Salvo por las orejas, que son negras, el resto de mi cuerpo es completamente blanco.


Es una fresca mañana de primavera. Hoy también vamos a coger el autobús que nos lleva al parque con mi ama, Berta, que ahora trabaja desde casa, lo cual me encanta, porque puedo pasar el día con ella.


Xavi, un perro guía, está tumbado en el suelo del autobús con los ojos cerrados. Como siempre, parece estar pensando en sus cosas.


—Buenos días, Xavi. La pandemia está causando estragos en todas partes, ¿eh?


—Oh, pero si es Blanca—dice él, abriendo un ojo para mirarme—. Hay que ver lo idiotas que son estos humanos.


Xavi siempre tiene por costumbre reírse del bozal que me cubre la boca, pero últimamente ya no lo hace. Yo ya no soy la única con bozal. Todos los pasajeros del autobús y también toda la gente que pasea por la ciudad se cubren la boca y la nariz con un recorte de tela. Aunque, en realidad, esa tela no es ningún bozal: resulta que se llama «mascarilla».


—¿Vais al parque?


—Claro. ¿Y vosotros a clase? Tu dueño es un alumno muy aplicado.


Xavi suelta un bufido y gira la cara hacia otro lado.


—Pero yo no quiero ir a la escuela. Es muy aburrido.


—Entonces, ¿adónde quieres ir?


—Me gustaría quedarme en este autobús para siempre. Esta mañana en especial. Vamos, Blanca. Echa un vistazo a los pasajeros. ¿No crees que son ideales? También en número.


Me giro para observar el interior del vehículo. Hay entre treinta o cuarenta personas. Todos guardan silencio y van bien vestidos.


—¿Qué hay de ideal aquí?


—Qué cortita eres tú también —me responde Xavi, con una sonrisa sarcástica—. Por lo que respecta a los humanos, cuanto mayor es el grupo, más problemas ocurren. Una sociedad es perfectamente viable solo con treinta personas. Todos los pasajeros de esta mañana tienen un cierto nivel de inteligencia y cultura. Tampoco parece haber ningún listillo. Además, si la puerta dejara de abrirse, no entrarían más virus. Ah, ¡ojalá este autobús fuera el arca de Noé! Así podríamos seguir circulando para siempre hasta llegar a la tierra prometida.


Xavi es un perro inteligente y sabe muchas cosas; sin embargo, es bastante gruñón y a veces un poco extremista.


Noto que alguien me toca la espalda. Es un niño pequeño que apenas sabe andar y se tambalea al lado de su madre.


—Bajáis en la próxima parada, ¿no?


De repente, Xavi se pone serio y acaba la conversación. Mira con ojos tristes cómo el niño me acaricia la espalda y se despide de mí apartando la vista. Él es un perro guía y en su espalda siempre lleva una placa que dice «No me toquéis ni me deis de comer, por favor».


*


«Este parque permanecerá cerrado hasta nuevo aviso».


A través de la verja metálica, se entrevé una plaza de césped donde solemos jugar. Como no hay ningún perro, los pajaritos están cantando alegremente. Al lado de la plaza hay una parcela de flores recién plantadas y una placa que reza: «Prohibido el paso a personas y perros». No obstante, el jardín está totalmente devastado, con montoncitos de tierra rojiza por todas partes. Por fuerza han sido los topos, que se comen las raíces de las plantas. Yo podría ahuyentarlos, si la puerta del parque estuviera abierta.


No quiero ningún arca de Noé. Si le dijera eso a Xavi, probablemente respondería decepcionado: «no entiendes nada». Aun así, yo sigo prefiriendo un arca que abra sus puertas a todo el mundo antes que el arca de Noé, que filtra a los pasajeros. 

Te ha gustado? Puedes compartirlo!