No pienses tanto, Josep

Pirómano de las letras

 


No entiendo por qué me eligió a mí. Quizás pueda llegar a entender lo que llevó a Josep a hacer lo que hizo, pero nunca le perdonaré que no me escuchase. La gente nos escucha cada día. Llegan hasta aquí caminando desde la parada de metro de Vall d'Hebron, o Mundet. Algunos se bajan del bus 27 en el parc de la Vall d'Hebron y después caminan también. Nos retratan, nos admiran, y sobre todo escuchan nuestro mensaje universal. Él sólo se escuchaba a sí mismo.


No soy la más llamativa de mis muchas hermanas, como Auda, siempre erguida y con ese penacho de fuego azul de mentirijilla que la hace tan reconocible, ni Hillevi, o Gunilla, por ejemplo. No, yo soy Batilda, la cerilla más natural y espontánea de mi familia y estoy muy satisfecha con mi vida.


Por cierto, somos una escultura, els mistos, y vivimos en la confluencia de la Avenida Cardenal Vidal i Barraquer con la calle Pare Mariana, en Barcelona.


 


Salgo de mi encuentro semanal con mi terapeuta. Ya han pasado varios años desde aquello: Bajé al hall de la estación de metro Vall d'Hebron, convergencia de las líneas 2 y 5, verde y azul, y vi ese cartel de promoción de la aplicación de TMB que invitaba a los usuarios a descubrir rincones poco conocidos de la ciudad. Allí estaba su foto. He encontrado respuestas a aquel impulso que sentí. Las había visto antes, pero era la primera vez que miraba aquellas monumentales cerillas de aquella forma en que lo hice. Sin duda era también la primera vez en mi vida que compraba una garrafa de plástico de cinco litros y pedía en una gasolinera que me la llenasen de Súper 95 para mi moto. Nunca he tenido moto. También compré un mechero, aunque nunca he fumado.


El día transcurre sin incidencias aquí, en el cuartel de bomberos de la Vall d'Hebron. Sería demasiado largo de explicar por qué aquella tarde yo, sub-teniente de la unidad, me había quedado solo en el cuartel y no disponía de vehículo alguno para atender la urgencia de la que informó aquella voz de mujer al teléfono: alguien había prendido fuego a una de las cerillas de ese monumento, obra de Claes Oldenburg y Coosje Van Bruggen, situado en un cruce de calles cercano durante los Juegos Olímpicos del 92, y yo debía intervenir. Descarté una manguera. Mejor un extintor. Consulté la aplicación de  TMB .Elegí el bus 112. Me pareció muy apropiado el número. Bajé en Lisboa-Serrallonga y comencé a correr .Sonará a locura, pero nunca olvidaré su expresión cuando dirigí la espuma hacia aquella cerilla de mentira que ardía de verdad. A través de algún tipo de lenguaje me transmitía una mezcla de estupor y rabia y después alivio y agradecimiento, a medida que sofocaba las llamas que la envolvían. Desde aquel momento me emociono muchas veces cuando me enfrento al arte.


 


“No pienses tanto, Josep.” En la sesión de hoy, he profundizado con mi terapeuta sobre esta y otras frases de mi infancia.


Ahora me conozco mejor a mí mismo. Vivo en armonía con mis valores. He encontrado mi sitio en la sociedad. Ya no cedo a impulsos como aquel que tuve, dominado por la idea de que aquella cerilla no era feliz y que debía salvar su existencia facilitándole lo que yo creía que daba sentido a cualquier fósforo: arder.


 


Todavía no sé si Batilda me ha perdonado, o si el subteniente Manel me sigue viendo como a un loco peligroso.


Yo sí que me he perdonado a mí mismo, pero sigo sin perdonar a  TMB por hacer tan fácil cualquier tipo de desplazamiento, por que con una T-Casual se pueda llegar tan lejos…

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