Una noche de supervivencia
Una noche inesperada y desconcertante. Después de un largo día de trabajo y de camino a la estación de metro, me crucé con dos hombres de muy mal aspecto reunidos en una esquina sola, como esperando a que la vida les sonriera. Se acercaron a mí con malas intenciones e intentando incomodar a una mujer sola e indefensa en la oscuridad. En ese momento solo vino a mi mente una voz diciendo “corre”. Logré llegar a la estación de la L3 pasando ese pasillo que era más grande que mi soledad.
En ese momento escuché que venían detrás de mí y estaban a punto de alcanzarme. Del miedo no me fijé y tropecé con un señor que pedía dinero. No dudé y le dije lo que estaba pasando. Se portó de una forma extraña. Me tocó el brazo de una manera en la que no me gustó y me dio desconfianza, así que no tenía otra opción más que correr y tratar de pedir ayuda. Sentí que mis piernas no reaccionaban. La angustia que sentía era tan grande que mi cuerpo se bloqueaba. A punto de llegar a las vías, escuché como el metro abría sus puertas, corrí y logré entrar. Pensé que me había salvado de algo terrible y respiré profundo. Pero no fue así. A punto de cerrar las puertas, los vi entrar en otro vagón, pero esta vez ya no eran dos, también estaba con ellos el señor que pedía dinero.
Era tarde y no había mucha gente en el metro. Le dije a una señora que se encontraba justo enfrente de mí que me estaban siguiendo tres hombres que me ayudara y llamara a la policía. Pero me tomó como loca. Volteé a mirar atrás y los vi de nuevo. Avance vagón tras vagón hasta que llegué al último y en ese momento las puertas se abrieron y corrí al transbordo de la L5. Pero ellos no se rendían. Seguían tras de mí. Había mucha gente en esa parada, así que me escabullí entre la gente hasta perderlos. O eso pensaba.
Subí al metro y estaban ellos otra vez. Al parecer no estaban dispuestos a dejarme en paz. Me quedé ahí paralizada, sabía que no podrían hacerme nada con tanta gente y no se atreverían a acercarse. Yo seguía muerta de miedo y pensando que haría porque me tocaba bajar en la siguiente parada. Pensé que si no sabían en qué parada me bajaría estarían más alerta y así fue. Desgraciadamente, me vieron bajar, así que corrí lo más rápido que pude. Logré salir a la calle y esconderme tras unas escaleras que había cerca de la estación. Les vi pasar corriendo desesperados y llenos de rabia.
Esperé media hora hasta estar segura de no correr ningún riesgo y salí un poco más tranquila, pero aún desconcertada y preguntándome el porqué las personas somos tan crueles y nos gusta arruinarnos la vida en segundos. Pensaba en ellos y en lo podridos que estaban por hacer lo que hacían. Sabía que yo no era la única a la que se lo habían hecho y me preguntaba si solo yo me había salvado de algo peor.
Al doblar la esquina que había hasta mi casa les vi y ellos a mí. Abrí el portal rápidamente y para mi mala suerte el ascensor no estaba disponible. No sé cómo, pero ellos lograron entrar casi a los segundos que yo lo había hecho, subí las escaleras como loca y entré a mi casa desesperada. Mi madre estaba dormida y no quise despertarla. Escuchaba cómo tocaban a cada uno de los pisos hasta que llegaron al último piso, que era el mío. Tocaron hasta que mi madre los escuchó y se levantó preguntando qué ocurría. Le dije que no hiciera ruido. No me hizo el menor caso y abrió la puerta, y sin pensarlo dos veces entraron golpeando a mi madre con una cachetada hasta dejarla inconsciente en el piso.