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EL CONCIERTO

SARA

Había una vez un autobús al que cada día subían dos hermanos para ir a la escuela. El mayor, Tomás, tenía quince años y el pequeño, Daniel, acababa de cumplir ocho.


 


Aquella mañana no era como las demás. Daniel casi no había podido dormir. Estaba tan nervioso… Por fin verían a su abuela, a la que hacía mucho tiempo que no podían abrazar por culpa del virus. Ahora ella les venía a visitar y, ¡además para ver el concierto! Llevaba semanas y semanas agarrado a su violín, practicando sin descanso. ¡Nada podía fallar!


 


Sería a la salida del colegio cuando el niño subiría al escenario y tocaría su canción.


 


Los dos hermanos, impacientes, cogieron el autobús deseando llegar a la escuela cuanto antes y terminar las clases.  Después de bajar en la parada de siempre y dar unos cuantos pasos algo llamó la atención de Tomás.


 


­—¿Te has dado cuenta de que no para de seguirnos el autobús? ¡Corre, hermanito, camina más rápido! —dijo.


 


Cansados por la carrera que habían hecho tratando de distraer al conductor, los hermanos llegaron a la escuela y entraron en el edificio.


 


Mientras hacía las sumas y restas que la profesora les había puesto en la pizarra, Daniel no paraba de repetir en voz baja las notas de su canción, intentando recordar la melodía. Y así se le hizo la hora de comer. Ya estaba acabándose la manzana y dejando la bandeja en su sitio, listo para salir al patio, cuando se dio cuenta de que no veía el violín desde hacía rato. Buscó y buscó por todas partes. En el pupitre, en los percheros por si se lo hubiera olvidado allí al dejar su chaqueta…pero nada. El instrumento seguía sin aparecer y el niño se echó a llorar. Todos sus esfuerzos no servirían para nada.


 


Ya iba a salir por la puerta principal cuando al pasar por la Secretaría, la directora le llamó:


 


—Daniel, un señor ha venido antes. Parece ser que esta mañana te has olvidado esto en el autobús—indicó, mientras le daba algo que le resultaba muy familiar.


 


Y allí estaba. Su compañero de aventuras, su mejor amigo, su violín.


 


Daniel, de un salto, lo cogió y salió corriendo en busca de Tomás. Llegaron justo cuando el telón se estaba abriendo. Entre las caras de los familiares reconoció la de su abuela que, emocionada, se secaba las lágrimas con un pañuelo.


 


El pequeño músico cerró los ojos y empezó a tocar.


 


 


 


 


 

Categoría de 8 a 12 años. ESCOLA THAU