Un encuentro nocturno
Aquel hermoso rostro me observaba juzgándome en silencio. Su mirada punzante me penetraba. Por un instante huí de aquel gélido y vacuo vagón. Miré el reloj, eran las 00.00, volví a mirar a la chica. Inmóvil se mimetizaba con aquel sucio asiento, desgastado de roces y arañazos. Sus finos labios ocultaban una mueca furtiva, un mensaje clandestino. Fina, rubia, lacia, caía su melena despreocupada como si de hilos de oro se tratara. En aquel caos, de algún modo se establecía un orden, aquel vagón era hermético a todo lo presente. Aquella luz artificial iluminaba unas serenas facciones, pálidas, tersas. Una tez repleta de pequeñas pecas que como manchas de acuarela perfilaban una puntiaguda nariz. Puede que fuese modelo o bien una artista con un sueño frustrado; quien sabe, puede que azafata de vuelo o matemática. Su ropaje era peculiar, parecía hecho a medida, no para su cuerpo, sino para esa esencia que emanaba de su ser. Quizás volviese de una larga travesía tras conocer países exóticos, puede que retornase de una catastrófica cita o bien regresara a casa tras un largo día de trabajo. Cuanto más la observaba, más inmerso me sentía en ella. Era como si ella fuese capaz de todo, pero a la vez de nada. Vulnerable frente a la vida que pasa de largo como un tren a medianoche. Un metro que nunca llegaría a ningún destino. Porque entre mis manos, aún sentía los últimos latidos en su garganta. El cuerpo de la chica aún emanaba los últimos vahos de vida, hacía rato que yacía muerta en aquel vagón. Contemplar algo tan bello, que a ojos de muchos sería monstruoso, me hace sentir orgulloso de mi obra. Y me invita a seguir buscando nuevas musas.
Categoría de 8 a 12 años. Infant jesus gesuites sant gervasi