Un día en Barcelona
Era un día de verano en Barcelona, el sol brillaba en el cielo y la gente iba y venía en el metro de la ciudad, apresurados por llegar a sus destinos. Yo estaba sentada en uno de los bancos del vagón, escuchando música en mi teléfono y observando a la gente alrededor.
De repente, el tren se detuvo bruscamente y las luces se apagaron. Los pasajeros comenzaron a murmurar y a buscar sus teléfonos para llamar a alguien. Pero pronto nos dimos cuenta de que algo estaba mal: las puertas del tren no se abrían y no había señal de teléfono.
La tensión en el vagón se hizo palpable, y la gente comenzó a ponerse nerviosa. Algunos comenzaron a gritar y golpear las puertas, mientras que otros intentaban llamar la atención de los guardias de seguridad.
Después de unos minutos de silencio incómodo, una voz sonó por el altavoz del tren. Era una voz grave y amenazadora, que nos decía que estábamos atrapados y que no había escapatoria. Nos ordenó que nos sentáramos y esperáramos.
El miedo se apoderó de la gente en el vagón, y muchos comenzaron a llorar y a gritar. Yo intenté mantener la calma y pensar en una manera de escapar. Miré a mi alrededor y vi que había una ventana abierta en el otro extremo del vagón.
Sin pensarlo dos veces, me levanté y corrí hacia la ventana. La gente intentó detenerme, pero yo me libré y salté por la ventana. Caí al otro lado del tren, en una vía abandonada, y corrí lo más rápido que pude hacia la salida.
Cuando llegué a la salida, me encontré con una escena de caos y destrucción. El tren había explotado, y había escombros por todas partes. Los guardias de seguridad y los bomberos estaban intentando controlar el incendio, pero era demasiado tarde.
Miré hacia atrás y vi que el vagón en el que estaba había quedado completamente destruido. Me di cuenta de que había sido afortunado de haber escapado, y de que muchos otros no habían tenido la misma suerte.
El final de esta historia es trágico y desafortunado, pero sirve como un recordatorio de que siempre debemos estar alerta y preparados para cualquier situación. La vida puede cambiar en un instante, y nunca sabemos lo que nos depara el futuro.
Categoría de 13 i 17 años. Institució Igualada