El Metro no llega
En cada paso se me cae el mundo encima, cada paso es una lucha interior que cada vez anhelo menos ganar. Siento calor en el torso y frio en la cara, agarro el maletín con fuerza para que no se caiga. Por fin, bajo las escaleras del Metro, la gente me mira, quizá intuye mi descontento. Me siento y espero, el Metro no llega.
Una madre y su hijo se sientan a mi derecha, el hijo derrocha felicidad e inocencia, siento envidia, el Metro no llega. Aparece un señor mayor esperando que alguien le ceda el asiento, lo ignoro, el Metro no llega. El señor sentado a mi lado debido a la amabilidad del niño, escucha el teléfono a un alto volumen, me molesta, decido levantarme y alejarme, el Metro no llega. Finalmente, llega el Metro, 217 segundos después de mi llegada, no me gusta esperar.
Las puertas del Metro se abren, entro y veo a lo lejos dos compañeros, decido ir en sentido opuesto a encontrar un sitio. Me siento y observo, unos duermen, otros miran el teléfono y unos hablan; yo, como he dicho, observo, solo observo. No me gusta pensar, intento mantener mi mente en blanco el mayor tiempo posible, al pensar se recuerdan cosas, no me gusta recordar cosas como que mañana me espera un día igual, y pasado, y la siguiente semana, y mes, y año, y más años. Ahora estoy pensando y no me gusta. Finalmente, tras 322 segundos llego a Gracia, 3 segundos más tarde que ayer.
Tomo el camino más largo a la oficina para evitar a mis compañeros. 32.400 segundos de jornada laboral y una tarde de sofá sin ningún tipo de propósito me espera, como cada tarde. Todo, para intentar olvidar que tengo que cenar en esa mesa de 4, la detesto, me hace recordar.
Llego a la estación de Gracia y me siento y espero, el Metro no llega. Una pareja de mi derecha habla sobre un amigo en común o eso parece, yo escucho, de repente el chico dice: - “Lo tenía merecido, la vida es justa”. El Metro no llega. ¿Justa? ¿Acaba de decir que la vida es justa? ¿La misma vida que me arrebató a mi mujer y mis dos hijos? El Metro no llega. Los recuerdos invaden mi cabeza, el corazón se me acelera, cada vez siento más frío y calor, estrés, agotamiento, un cosquilleo recorre mi cuerpo entero, por eso no me gusta pensar. Me derrumbo en medio de la estación, rechazando completamente la idea de buscar consuelo, sabiendo que es imposible. La idea de rencontrarme con ellos lo antes posible, que creía haber superado, resurge más fuerte que nunca. El Metro no llega.
Categoría de 13 i 17 años. Fert Batxillerat