Máscara
Él era alguien puntual. Siempre llegaba quince minutos antes, nos saludábamos entre pasillos, al iniciar la jornada, en los relevos de turno. A menudo tenía algo que decir para hacernos sentir especiales. Tenía un trato único, el de alguien que pensaba en todo.
Lo conocimos hace seis meses. Entró para sustituir a una maquinista durante su baja de maternidad. Desde el primer momento destacó por su cortesía y, aunque todavía no lo conocíamos, se integró rápidamente. No solo nos agradó a nosotros, sino que también cayó bien a los supervisores, que es un gran paso en este tipo de trabajos.
Sobre él no sabíamos mucho. Un perfil habitual, divorciado, en busca de la custodia compartida de sus dos hijos, vivía en un piso de alquiler de Barcelona. Lo normal.
Con el paso de los días se adaptó al trabajo a la perfección. Todo fluía, salía con los compañeros, seguía cumpliendo las expectativas de todos, incluso empezó a ser conocido por algunos de los pasajeros más frecuentes.
Aunque llevaba poco tiempo ninguno dudó en invitarlo a nuestra cena anual de entrada al verano. Yo me senté a su lado y se quitó la americana de traje azul que llevaba puesta, a pesar de las altas temperaturas en ningún momento llegó a desabotonarse las mangas de la camisa, pero bueno quizás no le afectaba tanto el calor. En esa cena pude comprobar su aparente humildad, aunque nunca llegó a hablar conmigo de su vida privada. Parecía una persona reservada, aunque nada fuera de lo común ya que no nos conocíamos del todo.
--Y de ese día, ¿qué recuerdas?
--De hecho también fue un día normal. No mostró ningún tipo de sospecha, aunque recordándolo ahora muchas cosas que parecían normales, ya no me lo parecen.
De hecho ese día era su día de fiesta pero me cambió el turno por una supuesta cita médica. No era común en él hacer eso pero, ¿qué tenía de malo? Yo no sabía nada.
Recuerdo que en uno de nuestros servicios él se dejó su cartera, yo quise devolverla pero sin darme cuenta el llego y me la arrancó de las manos con una preocupación y un nerviosismo evidente. En ese momento solo pude pensar que estaba preocupado por sus pertenencias, pero después de las investigaciones, estaba claro que ocultaba algo.
Aunque bueno es fácil hacerse una idea de lo que ocultaba después del terrible accidente.
‘Andrés, un maquinista de ‘transports metropolitans de Barcelona’ tras descarrilar el metro de la línea L-1, causa 68 muertos y 103 heridos, entre ellos sus dos hijos.
Fuentes de los mossos d'esquadra informan de la sospecha de que todo esto tenía una preparación previa, al saber que sus hijos, a los cuales había perdido por sus problemas psiquiátricos, iban a coger ese tren para empezar su primer día de instituto.’
Categoría de 13 i 17 años. Institució Igualada