Arturo
Llevo varios días pensando en escribir acerca de mi experiencia en la Barceloneta el pasado mes de noviembre. He decidido dejarme llevar. Al fin y al cabo, me será útil para desahogarme y no sentirme sola.
Como cada día, estaba con mi amiga María saliendo del cole. Sin embargo, María tenia una tarea: consolarme por mi suspenso en matemáticas. Tras un largo tramo a pie, llegamos a la estación.
En Zona Universitaria se respiraba un aire diferente al usual, la gente estaba alborotada y lo más preocupante era que no se podía acceder a los andenes. ¿Cómo pretendíamos volver a casa si no era con el L3?
La espera se estaba haciendo muy larga y pesada, así que decidimos salir y pedir un taxi; de lo contrario, llegaríamos demasiado tarde a casa y oscurecería, lo cual haría de las calles de la Barceloneta un paisaje terrorífico y siniestro. Sin embargo, ambas bocas para salir a la calle estaban bloqueadas.
Un señor alto y delgado se nos acercó y nos advirtió del peligro que corríamos.
- ¡Corred, de prisa! la salida de emergencia la encontraréis en el otro lado. — dijo el hombre mientras señalaba la salida de emergencia que se encontraba a unos veinte metros.
Mana y yo estábamos muy confundidas y desconcertadas, pero sin pensarlo, corrimos hacia la salida. El pánico se apoderó de nosotras cuando vimos a un hombre con un pasamontañas. Éste era alto y grande, parecía un gigante. Después de que nos atase las manos y nos pusiese cinta adhesiva en la boca, Maria se desmayó, pero yo, desgraciadamente, permanecí despierta.
En aquel momento solo pude imaginar lo peor: moriríamos aquel día y el examen de mates pasaría a ser irrelevante. Transcurrieron cuatro horas y pensé en mi familia, la cual estaría preocupada por mi desaparición. Entonces María ya estaba consciente, y el hombre nos comenzó a contar su vida.
Me pregunto cuáles serían los motivos de su maldad, puesto que su vida no se alejaba de la normalidad. Nos contó que de pequeño vivía en una casita en las afueras de Barcelona junto a sus hermanos, odiaba asistir al colegio y discutía con sus "horribles" padres muy a menudo. Para nuestra sorpresa, añadió que su "'hogar" en los últimos meses había sido la estación, el metro de Barcelona, que contaba con gente maravillosa como nosotras que estaba dispuesta a ayudar. El hombre no había acabado de contar la historia cuando la policía llegó y nos desató. Una llamada a mi madre hizo que rompiera a llorar de la emoción y serenidad.
El caso es que dejamos que el hombre escapase sin decírselo a la policía, por el simple hecho de que nos dio pena. Me considero una persona muy valiente porque a día de hoy, sigo yendo en metro y me encuentro con el hombre que me lo hizo pasar mal, pero que ahora es mi gran amigo, Arturo.
Categoría de 13 i 17 años. Fert Batxillerat