24 de diciembre

Claudia

Viernes 24 de diciembre, 8:30 de la noche. Todo el mundo estaba corriendo entre las vías del metro de Barcelona y yo, concretamente, estaba sentada en el andén de la parada de plaza Cataluña, acabando de envolver el regalo de mis hermanos, que era justo el motivo por el cual había pasado toda la tarde en plaza Cataluña, acabando de comprar los regalos de mi familia.  


Escuché en el altavoz del metro cómo anunciaban la llegada de la línea verde, la L3, y me dispuse a entrar, cargada hasta arriba, de regalos, envueltos y sin envolver, cuando de repente, se me acercó, era otra vez aquel chico que me encontraba cada mañana para ir a la universidad en la misma línea, solo que esta vez, en vez de ir en dirección a zona universitaria, iba a paseo de gracia, la parada de Diagonal, para ir hacia casa.  


Ese chico y yo siempre nos quedábamos, mirando como si los dos tuviéramos algo que decirnos mutuamente, pero nunca se dio el caso de cruzar palabras, más allá de miradas. Pero sorprendentemente ese día dio un paso al frente y me preguntó si necesitaba que me sujetara el bolso o alguna cosa mientras acababa de envolver el regalo. Yo en ese momento, sin saber por qué, me sentí insegura y un poco amenazada, y le contesté fríamente que no le iba a dejar sujetar mis cosas personales a un desconocido, y él muy seco, se cambió de vagón con cara de entre confundida y de asco.


 


Y yo, nada más salir a la calle, me di cuenta de la estupidez que acababa de cometer era un chico de mi edad aparentemente buen chico, y aún quedaba tiempo para llegar a la siguiente parada, con lo cual, no podría haberme robado nada, sin que antes yo o cualquier persona lo frenase . Pero en ese mismo momento me olvidé de aquella situación, ya que vi a mi tío haciéndome señales, para entrar juntos a la cena de Navidad.  


 


Pasaron dos semanas, dos semanas en las que yo no cogí el metro para ir a la universidad, ya que estábamos de vacaciones y fueron dos semanas en las que, sin saber por qué, lo único que quería era que comenzara otra vez el horario de universidad y tener que coger la L3 solo para ver a ese chico sin nombre y entablar una conversación más amable que quizá podría acabar en un café.  


Tras mucho turrón regalos y comida familiares, llegó el momento de coger el metro en dirección zona universitaria, y el momento que yo más estaba anhelando sin saber el motivo. Pasé tres días haciendo el mismo recorrido habitual y llegó un día en el que perdí la esperanza de volver a cruzar, ni que fuera una mirada con aquel chico.  


 


Pero un lunes por la mañana, el instinto me dijo que me lo cruzaría entre aquellos andenes, y así fue, y sin remordimientos, le dije que debíamos conocernos y le pedí disculpas por la última ocasión, y así fue como conocí al que ahora es vuestro padre. 

Categoría de 13 i 17 años. Fert Batxillerat

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