Prisas

Jaime

Agustín Añoveros recorría la plaza de la Sagrada Familia corriendo sin aliento, exhausto. Tenía que darse prisa: el L1 salía en un minuto y no se podía perder. Bajó las escaleras a trompicones y validó la tarjeta tan rápido que casi choca con las puertas correderas. Logró coger el tren en el último momento, justo cuando las puertas se estaban cerrando. Toda esta prisa no era por capricho ni mucho menos, sino porque su mujer, con la que esperaba un hijo, acababa de ponerse de parto.


 


Según su navegador, debía poder estar en el Hospital Clínic de Barcelona a tiempo, ya que solo tardaría 10 minutos en llegar hasta su destino. Sin poder hacer nada más debido a los nervios que tenía, Agustín se limitó a dejar que el tiempo corriera hasta que llegase su parada, cosa que no era nada fácil, ya que la última vez que su pareja esperaba un hijo, el recién nacido falleció lamentablemente durante el parto, lo que le dejó el corazón palpitando a una velocidad inhumana.


 


Miró el reloj: ya habían pasado ocho minutos desde que el metro había partido, lo que significaba que se estaba acercando a su destino. Se levantó de su asiento y se dirigió hacia la puerta para salir. Al levantarse, se dio cuenta de algo que le hizo preocuparse: en la ruta de su metro no salía la parada en la que él tenía que bajarse, sino que salía en la L5. Bajó en la siguiente parada, desesperado por su error, causado por su prisa y nervios.


 


Esta situación no podía empeorar, puesto que el tren no tardaría mucho en pasar, sí, pero ahora estaba considerablemente lejos del hospital. No tenía tiempo para estresarse, por lo que fue a toda prisa, esta vez, a la vía de la L5.


 


El tren de la línea L5 llegó en ese mismo instante, por lo que, al menos, tuvo una pizca de suerte. Se subió en el segundo vagón, con unos nervios que le hacían temblar de pies a cabeza. En ese instante, el teléfono le empezó a sonar: era su cuñado, Manolo. Atendió la llamada, pero debido a estar bajo tierra, no tenía cobertura y no pudo entender ninguna palabra de las que le dirigió el hermano de su mujer. Si antes no podía controlar su intranquilidad, este suceso hizo que se alterase todavía más.


 


Al cabo de 10 minutos, que se le hicieron eternos, había llegado por fin a su parada: Hospital Clínic. Bajó como un rayo y subió las escaleras lo más rápido que le permitieron sus piernas. Entró al hospital jadeando y preguntó por la habitación de su esposa. Es más, empujó todo lo que pudo para llegar. Estaba Marta, junto con su padre y su madre, quienes le esperaban y decían ansiosos que todavía no había sucedido.


 


Aliviado, Agustín se puso la bata y guantes que le ofreció la enfermera y entró con su mujer para el parto. El bebé nació sano y salvo, y a pesar de todos sus altibajos durante el camino, Añoveros pudo estar presente en el nacimiento de su primer hijo.

Categoría de 13 i 17 años. Fert Batxillerat

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