Mi dia a dia en la TMB
Cada mañana, la ciudad de Vilanova i la Geltrú despierta con un sonido de pájaros constante: motores que rugen, puertas que se abren y cierran, voces que se mezclan en un ir y venir sin fin. En medio de todo esto está la TMB, el sistema de transporte que nos lleva de un lugar a otro, casi como un amigo fiel que nunca nos deja tirados (bueno, casi nunca).
Yo soy Hugo, un estudiante de tercero de la ESO que usa la TMB todos los días para ir al instituto. Mi día comienza en la parada de autobús de mi barrio. Siempre me encuentro con la misma señora mayor que va al mercado, el hombre trajeado que seguramente trabaja en una oficina y un grupo de niños más pequeños que yo que van a una escuela cercana. Todos compartimos ese espacio pequeño por unos minutos, esperando a que el bus azul y blanco aparezca en la esquina.
Cuando subo al bus, me gusta mirar por la ventana. A veces veo cosas curiosas: un perro asomando la cabeza desde un balcón, una tienda nueva o simplemente la ciudad despertando. Algunas veces el conductor me saluda con una sonrisa, y otras, va tan concentrado que parece un piloto de avión manejando su nave entre el tráfico. Me gusta cuando hay pocos pasajeros porque puedo elegir un asiento cómodo y disfrutar del viaje sin prisas. A veces, si tengo suerte, incluso puedo ver el amanecer pintando el cielo con tonos naranjas y rosados.
Luego está el tren de cercanías. Ah, el R2 Sud que me lleva hasta Barcelona. Es como un mundo aparte, un laberinto de pasillos y escaleras donde cientos de personas caminan con prisa. A veces me divierte imaginar que todos somos personajes de un videojuego, tratando de llegar a la meta sin chocar con nadie. En la estación de Vilanova i la Geltrú, siempre hay una mezcla de gente impresionante: turistas con maletas, trabajadores con caras de sueño y estudiantes como yo con los cascos puestos, tratando de despertar con música.
Uno de mis momentos favoritos es cuando el tren llega a la estación y las puertas se abren. Es como si por un instante se detuviera el tiempo: algunos bajan apresurados, otros suben y buscan un asiento libre como si fuera un tesoro. Y luego, de nuevo, el sonido característico: "Próxima parada: Sitges". A veces me fijo en la publicidad de las paredes, otras veces en los rostros de las personas. Me pregunto cuáles serán sus historias, hacia dónde van y qué sueñan.
Pero no todo es perfecto en la TMB. A veces los trenes se retrasan y llego tarde a clase, otras veces va tan lleno que es imposible respirar, y claro, está esa gente que pone la música a todo volumen sin importarles nada. Una vez, un señor se puso a cantar en medio del vagón, y aunque al principio me pareció extraño, terminé sonriendo porque lo hacía con mucha pasión. También hay días en los que el tren se para entre estaciones y se siente una tensión en el aire, como si todos aguantaran la respiración esperando que vuelva a moverse.
Cuando vuelvo a casa por la tarde, ya no tengo prisa. Me gusta sentarme en el bus y mirar los colores del cielo cambiar mientras nos acercamos a la costa. Y ahí, entre el ruido de la ciudad y el movimiento constante de la TMB, pienso en todas las historias que podrían contarse dentro de un vagón o en un asiento de autobús. Quién sabe, quizás algún día alguien escriba una historia sobre esto... o quizás ya lo estoy haciendo. Y mientras tanto, sigo viajando, observando y descubriendo un poco más de Vilanova i la Geltrú con cada trayecto.
Categoría de 13 i 17 años. INS Alexandregali