CAMINO A CASA

MARITA

Eran ya las 15,25, los chicos salían con gran rapidez, todos ellos sabedores de la impecable exactitud del plantel escolar para el cierre de puertas.


_Dense prisa, chicos, tomen sus cosas y diríjanse con prontitud a la salida


_ No olviden nada. Nos vemos mañana en punto de las 7.45 am  ¡No lleguen tarde!


Era la profesora de tercer grado, la encargada de resguardar la salida de los alumnos durante esta calurosa semana de Mayo.


Nicolás, que había sido su discípulo durante el curso anterior, se despedía de ella afectuosamente, sus grandes ojos negros y su cabello rizado lo hacían distinguirse con gran facilidad entre los numerosos alumnos. Recogió entonces su mochila y jersey, tirados en el suelo, y se dirigió hacia la próxima parada de bus, el cual lo llevaría hacía las afueras de Barcelona, acercándolo a su hogar.


_ Hola, Nicolás -le saludaba atentamente el chófer, al ver al chico subir el primer peldaño que le daba ingreso al bus.


_Hola, don Vicente.


_Cómo está usted, ¿que tal su día?


_ ¡Hace calor hoy!


Anda, pequeño, toma ya asiento, que no tardo en arrancar, y esa mochila que traes a las espaldas carga demasiados libros.


El niño apresurado tomo el lugar localizado justo atrás de asiento del conductor, ambos se conocían ya de tiempo atrás, por lo que confiaban uno del otro.


Durante el camino, Nicolás no podía dejar de pensar en aquel cachorro que había visto durante los días anteriores rumbo a su hogar, esperando volver a verlo, por lo que el trayecto a su casa le pareció interminable.


_ ¡Dese prisa, don Vicente!, que tengo que ver a un amigo.


_ Ve con cuidado, Nicolás, le mencionaba el chofer, mientras observaba al pequeño bajar del bus.


_Nos vemos mañana Don Vicente, ¡que tenga buen día!


Cuando bajó del transporte, el chico anduvo, como diariamente lo hacía, por un corto camino rodeado verdes prados y frondosos árboles  que lo dirigía hasta su casa, esperando encontrar nuevamente a aquel animalito que llevaba ya varios días sorprendiéndolo con sus fuertes chillidos, solicitando que se le diera algún alimento.


Entre los matorrales, Nicolás notó ese peculiar rabo que se movía rápidamente, fue entonces que el cachorro salió corriendo en busca de el niño, quién diariamente le lanzaba un pequeño trozo de salchichón y un bizcocho, los mismos que resultaban ser un verdadero manjar para aquel peludo al cual le quedaban ocultos sus brillantes ojos, de escasos 50 centímetros de altura , y de largas orejas que al correr se movían simultáneamente.


Nicolás observo con gran atención la rapidez con la que el animal engullía el alimento, por lo que, cuando este terminó, mencionó con gran seguridad:


_Ven, amigo, vayamos juntos a casa; estoy seguro que te gustará


_Tendrás una suave y tibia cama para dormir, así como agua limpia en un recipiente para beber.


El cachorro daba vueltas alrededor del niño, mostrando gran felicidad, sabedor de que en aquel anhelado momento él se convertiría en el fiel y leal compañero del buen Nicolás


Aquel chico tendría una nueva historia que contarle a Don Vicente en su próximo día de escuela.


 


Autora


Marita


 


 

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