La primera comunión
Rosita y Alicia son gemelas. De carácter dulce, no se pelean nunca y jamás han dado un disgusto a sus padres. Hoy están las dos muy ilusionadas porque van a recibir la primera comunión.
Su madre, visiblemente emocionada, viste a las niñas con unas túnicas blancas muy bonitas pero sencillas. Ella también se ha esmerado en su atuendo y va muy elegante.
Su padre no quiere dejar traslucir su emoción. Sus hijas son las niñas de sus ojos y las mira embelesado.
La tía María, hermana del padre, vive con ellos.Es soltera y tiene pinta de monja arrepentida. Adora a esta familia que tan amable ha sido siempre con ella.
Ya están todos preparados y se dirigen hacia la iglesia. Ahí les esperan los tíos y primos de las niñas que han venido en el Barcelona Bus Turístic ya que éste les dejaba allí mismo, por ser ese barrio una parte muy visitada de la ciudad.
A la hora señalada la comitiva entra en el templo. Las niñas se arrodillan en unos reclinatorios cerca del altar, y sus padres justo detrás de ellas. La misa empieza y pronto llega el momento de la comunión. El sacerdote está alzando la sagrada forma cuando, de repente, se oyen unos gritos terribles y se abre la puerta de la iglesia. Entran cuatro enmascarados vestidos de negro. Armados con cuchillos, amenazan a los asistentes exigiéndoles las joyas y carteras. Las niñas empiezan a llorar asustadas. Sus padres y su tía María se ponen delante de ellas para protegerlas.Todo el mundo se va corriendo hacia la sacristía. El cura se traga la hostia consagrada y se queda ahí, tieso como un palo. Los enmascarados se dirigen hacia las niñas. El padre se enfrenta a ellos, pero le pegan un tortazo que le dejan tumbado. La madre abraza a sus hijas, pero otros de los hombres le estira del moño y la estrella contra la pared. Entonces, la tía María saca una lima de metal de su bolso y, en un descuido de uno de los enmascarados, se la clava en un ojo. Los invitados se envalentonan y cogiendo de la sacristía cualquier artilugio pesado que allí se encuentre, se enfrentan a los delincuentes. El padre se levanta y le atiza tal bastonazo a uno de ellos que le tira al suelo y le sigue pegando hasta que deja de moverse. La madre se ha recuperado y se dirige hacia otro de ellos. Se saca su peineta y se la clava en la cara al malhechor. Éste empieza a sangrar como un cerdo. La madre le arrebata el cuchillo y le rebana el cuello. La tía María va clavando su lima de metal en cualquier parte del cuerpo de los enmascarados. Los invitados les tiran unas biblias gordísimas a la cabeza y les golpean con todo lo sustraído en la sacristía. Las niñas van aporreando con dos estatuas de santos a cualquiera de los malandrines que se les pone a tiro. El padre, con una lámpara en la mano, les va dando "lamparazos", hasta que, por fin, todos los delincuentes están en el suelo cubiertos de sangre a causa de las cuchilladas, los golpes y los agujeros que les ha hecho la tía María con su lima y la madre con su peineta.
Entonces, el sacerdote, las niñas, los padres, la tía María y los invitados vuelven a sus puestos. La ceremonia no debe parar porque cuatro malvados hayan querido fastidiarla. Así, el cura vuelve a alzar la sagrada forma, y las niñas comulgan tranquilamente, olvidado ya el percance que ha tenido lugar.
Después de la misa se suben todos en un Bus Turístic del TMB que han alquilado, y se van a celebrar las comuniones a un restaurante, y aquí paz y después gloria.