TICTAC TICTAC

ELELUM

Noche encadenada al día, con su tictac acelerado o pausado, en acorde con la hora de nuestras actividades, obligaciones o tiempo para la diversión.


Estrés, cuando se te escapa el bus y ya sabes que vas a llegar, aunque sean unos minutos, tarde a tu trabajo. Maldices el reloj… los semáforos, el coche que para en doble fila o la furgoneta que ha parado para descargar el pedido de la frutería.


Y todo eso desencadena las prisas, los enojos y desazones, que acostumbran a estar a flor de piel. Como si fuera una crema solar, pero que en lugar de broncearte, te pone negro. Y dependiendo de si son horas punta o no. Y si se viaja por arriba o por abajo. Las horas van cambiando los escenarios que viven los transeúntes y viajeros.


El subsuelo absorbe ejércitos humanos de gente de todas las edades, razas y motivos por los que coinciden y “quedan” sin conocerse, por los laberintos de algunas líneas.


Observar, es algo fabuloso. E intentar meter la imaginación en cada uno de esos motores, creo, que es una gimnasia muy creativa.


Todos forman parte de un motor colectivo, con muchas ramificaciones, que durante el día o la noche van personalizando su recorrido: Trabajo, médicos, funerales, escuelas, institutos. Juzgados. Quedar con un ligue. Oficina de empleo. Renovar el D.N.I. Conferencias, exposiciones y un largo etcétera.


La ciudad durante el día bulle, y el tictac recarga su energía con ese caudal humano que se convierte en incansable y a veces robótico. Los ríos de vida, fluyen arriba y abajo siempre con un testigo de repuesto.


Pasemos a la noche. El tictac, empieza a alimentarse del silencio. De la calma. Las prisas, descansan. Y se espacian los tiempos del transporte. “Los gusanos metálicos” ahora duermen, aunque estén de pie. Mejor dicho, de ruedas.


El nuevo atrezzo se nutre de las sombras y los escenarios se transforman, pasando de bullir, a hacer chup chup.


Ese silencio, muerde los sueños al llegar los nocturnos, luciendo orgullosos en su dorsal la N. Ellos tienen poderío con esas onomatopeyas que retumban por las calles, igual que leones “transportando” sus rugidos por una selva, no urbana.


“N”, se involucra e interfiere los pensamientos (sin límite de edad) de los que sufren insomnio y también viajan a diario, pero por ese parque de atracciones, sin límite de juegos y “pasatiempos” de toda índole. Es un colectivo que se desplaza por un latifundio donde abundan las ovejitas.


“N” le da muchas vueltas a la noche…Noche, con escenarios donde redundan los peligros. Reales o viables.


En unas horas los compañeros de N, lucirán el rojo en sus uniformes y sacarán pecho, con esos dorsales empezando por las consonantes: B, D, H, V, X… Y otros tantos, solo con número, ya que tienen un trayecto zigzagueante.


Permitidme que me presente. Soy el B24 y al igual que mis compañeros estoy bastante al corriente de lo que en TMB se cuece por estas fechas, literalmente hablando, claro. Ahora mismo puedo ver una señora algo mayor, sentada en el asiento cercano a la puerta de entrada. Está escribiendo un relato para el concurso y lo está repasando en voz alta y me encanta lo que escucho. ¡Hasta me ha salido un bocinazo sin querer!


Otros buses también han sido testigos de casos similares, y estoy seguro de que alguno de nosotros se compenetrará tanto con el que escribe, que ayudará que su imaginación toque el cielo… y se vaya a Praga, en avión claro.


                                                                                                                    


  


 

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