Situaciones

Adrian Limon

Miro el reloj, falta un minuto para las cinco. Casualmente, el panel encima de mi cabeza marca justamente un minuto para que entre el siguiente tren. Llega en éste, estoy seguro. Se abren las puertas y alzo la cabeza con mi mejor sonrisa. Nada. Pasan cinco minutos. Otro tren. Se ha retrasado. Bueno, son solo cinco minutos. Me canso de estar de pie en la misma postura, como una estatua. Por momentos, dudo si estoy en el lugar correcto… En el andén de Catalunya, línea roja, donde el pasillo que da a las Ramblas ¿Estarás ahí? Claro, tengo mil ganas de verte, yo también, un beso, chao. Pierdo la cuenta de los trenes que pasan y aun así me resisto a pensar que no va a venir. El ramo de flores se ha ido abriendo paulatinamente y ya forma un extraño abanico. No aguantará mucho más, al igual que el libro envuelto que sostengo en la otra mano y que constantemente se me resbala a causa del sudor. Un grupo de skaters borrachos que vienen por el andén estallan en carcajadas al verme. Cuando pasan de largo me giro y observo mi triste imagen reflejada en el cristal de un tablón publicitario donde anuncian hamburguesas. Suspiro largamente. Sólo un rato más. Saco el móvil para distraerme. En su perfil tiene una foto con Soni, están jugando en el parque, se ven súper felices. Algo me dice que no debo llamarla, que eso solo empeoraría las cosas. Mierda, ya son las seis. No tengo nada más que hacer y el resto de la tarde se presenta como un suplicio. Llegar a casa, algo de cena fría, una peli quizás, dar vueltas encima de la cama indefinidamente, pensando. Creo que no quedan pastillas para dormir. Un minuto para el próximo tren. El gentío que sale atropelladamente se diluye con rapidez y el andén se vacía. La señal intermitente anuncia el cierre de puertas. Alguien corre. Es imposible que llegue. El tren empezará a moverse en cualquier momento, pero los pasos se precipitan cada vez más. Me doy la vuelta y entonces la veo. Está roja como un tomate y respira agitadamente. Me has esperado. Un beso tímido en la mejilla me hace temblar. Yo sonrío, feliz. Claro.


 

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