Cantando verdades

Egipto

Por fin puedo cumplir uno de mis sueños. Hoy voy a cantar en el transbordo de Diagonal. Soy música y amo cantar. Hace un tiempo me presenté a las pruebas para los espacios destinados a los músicos en el metro y he conseguido una plaza.


Ya lo tengo todo listo. Mi guitarra, el ampli y mi gorra de la suerte. Decidí dejar unas cuantas monedas en ella para que no se vea tan vacía. Esto no lo hago solo por dinero. Amo poder cantar para personas y estar en un espacio público y el metro reúne ambas opciones.


Son las 10 de la mañana y el barullo matutino se deja sentir y ver. Conecto el ampli a la guitarra y empiezo a tocar los primeros acordes de una de mis canciones favoritas. Acerco mi boca al micro.  


Y justo al pasar un chico frente a mí, canto en voz alta:


-¿Por qué engañas a tu novia?- entono melódicamente.


Esa no es mi canción, me digo. Alejo los labios del micrófono. Estoy sorprendida. ¿Qué pasó? No alcanzo a entenderlo. Sucedió y listo.


Mis dedos siguen tocando y lo curioso es que él, el chico, se me queda mirando con los ojos como platos. Me pone muy mala cara y con un resoplido se aleja de camino a la línea tres.    


Yo estoy atónita y la melodía sigue sonando en mi guitarra. Noto un calor en las mejillas como un par de fogones que se calientan de repente. Mis ojos se pierden en el pasillo.Tras unos instantes, vuelvo a mi y me digo: ¡venga! Eres una profesional. Empiezo de nuevo.


Retomo la canción en mi mente. Es de esas que te ponen de buen humor por las mañanas. Estoy decidida. Me acerco de nuevo al micro y:-Devuelve el dinero que le debes ya – canto a pleno pulmón y al ritmo de la música.


Dios, otra vez. Callo de nuevo mientras la música de mi guitarra sigue sonando. Observo cómo algunas personas del pasillo me miran con curiosidad. Un par de ellas, además se han parado y me miran con reproche. Al ver que paré, retoman su paso lentamente.  


No doy crédito. Salen cosas por mi boca que no sé de dónde vienen y  no son bonitas precisamente.


La gente continua cruzándose a mi alrededor por oleadas.


Lo más inquietante es que no tengo control sobre lo que digo. Sale así de repente. Lo tengo claro, pruebo una vez más y si pasa, salgo fuera a tomar el aire.


Veo que en este momento no pasa casi nadie. Esta es la mía, me digo. Acerco mis labios al micro y ahí me doy cuenta que mi mente se nubla y sé que va a pasar de nuevo.


Grito melódicamente:- Comiendo no aliviarás la ansiedad.


Mis  dedos siguen tocando y las tres personas que pasan me observan. Una de ellas comiendo precisamente unas galletas.Nos miramos y deseo que la tierra me trague. La persona contra todo pronóstico sonríe, y se guarda las galletitas.


No puedo seguir tocando. ¿Por qué me pasa esto? Ideas extrañas se me ocurren mientras miro a mi alrededor. Necesito aire y recojo las cosas. Se acabó. Quizás es que tengo un mal día. Tomaré un poco el aire y veo que hago. A las malas me vuelvo a casa.


Paso al otro lado de las máquinas y subo las escaleras mecánicas que me acompañan a la calle. Quizás es una señal de que no tengo que tocar en el metro. Quizás es mejor que siga tocando en la calle como hice hasta ahora. En la calle esto no me ha pasado nunca.


Por fin estoy fuera y noto el viento fresco en la piel. Sonrío. Camino unos cuantos pasos y  una persona se me acerca:


- Disculpa nena, me puedes decir donde está Gran de GRACIA.


Miro a la mujer y con una amplia sonrisa le digo cantando: Deje ya de criticar a su hermana, por favor.

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