Muerte en la línea amarilla

Marco Jauregui

El metro de Barcelona siempre ha sido un lugar fascinante para mí. Sus estaciones laberínticas, los trenes interminables y la multitud de personas que transitan por él hacen que sea un verdadero desafío para cualquier detective que se precie. Hoy me enfrentaba a un caso que me llevaba directo al corazón de este mundo subterráneo.


Había sido contratado por una mujer de negocios adinerada para encontrar a su marido, que se había desvanecido sin dejar rastro hacía pocos días. No había ninguna nota, ningún mensaje. Ella estaba dispuesta a pagar cualquier cantidad para tenerlo de vuelta.


Comencé mi investigación en su domicilio, donde recopilé algunos detalles importantes. Había abandonado su teléfono, su billetera y su reloj de pulsera. Solo llevaba la ropa que tenía puesta, y su coche estaba en el garaje. Ninguna señal de lucha o de robo. Todo era bastante extraño, pero no había nada que me indicara que el hombre había sido víctima de un delito.


Así que me dije a mí mismo que debía buscar en otro lugar. Y ese lugar era el metro de Barcelona.


Me sumergí en el corazón del sistema de transporte público, examinando cada estación y preguntando a los trabajadores si habían visto algo fuera de lo común. Y entonces, en una estación aparentemente normal como era Selva de Mar, encontré algo que me llamó la atención.


Un pequeño charco de sangre en el suelo.


Era apenas visible, pero para un ojo entrenado como el mío, era suficiente. Me acerqué a un agente de seguridad y le pregunté si había habido algún incidente en esa estación. Él pareció sorprendido y me aseguró que no había pasado nada.


Pero yo sabía que había algo más.


Así que regresé a esa estación por la noche, cuando estaba vacía y silenciosa. Me moví con cuidado por los túneles oscuros y las escaleras mecánicas, buscando cualquier señal de lo que había sucedido allí. Y finalmente, lo encontré.


Un cuerpo.


El hombre estaba tirado en un rincón, con la cabeza ensangrentada y los ojos abiertos. No había ningún indicio de violencia o resistencia. Solo un hombre muerto al lado de las vías del metro.


Fue entonces cuando lo vi. Una pequeña nota oculta en la mano del hombre. Decía: "Deja de buscarlo. Él se fue por su propia voluntad".


Me quedé de pie frente al cuerpo, tratando de procesar lo que acababa de encontrar. De repente, recordé algo que había notado en casa del hombre. Una foto enmarcada en el salón, donde él y su esposa sonreían felices. Unas líneas se transparentaban por detrás: era el mapa del metro de Barcelona.


En ese instante, todo cobró sentido.


El hombre no había sido secuestrado ni asesinado: había huido. Tal vez de una vida que ya no quería o de un matrimonio que ya no funcionaba. Y había usado el metro para escapar sin ser visto. Pero al final, el remordimiento le indujo a escribir esa nota para que su esposa supiera que estaba bien y que no lo buscaran más.


Tomé la nota y me alejé del cuerpo, sabiendo que había resuelto el misterio, aunque no de la forma en que había esperado. Llamé a la esposa del hombre, y aunque al principio estaba en shock, finalmente aceptó la verdad.


Caminé por los túneles del metro de Barcelona, pensando en lo extraño que puede ser el ser humano a veces. Y me di cuenta de que, a pesar de todo, la ciudad seguía en movimiento. El metro continuaba llevando a la gente de un lugar a otro, sin importar lo que pudiera estar sucediendo en su interior. Y yo, como detective, seguía siendo un mero espectador de ese mundo escondido bajo nuestros pies.

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