Una sintecho gitana y mujer

Ofèlia Draconis

Hoy sábado 28/05/23 me levanté a las 5:30h de la mañana para ir a trabajar como figurante en una serie de Movistar Plus. Tengo otros laburos pero no me llegan a fin de mes. El trabajo de figurante es como cualquier otro trabajo precario: camareros y camareras de hotel, camareros en general, en esta ciudad turística de Barcelona. Es un trabajo muy mal pagado: 50 euros por 9+1horas. Cogí el metro en Rocafort. Afortunadamente ahora el billete mensual cuesta 20€, gracias al esfuerzo de la alcadesa. No quiero nombrarla porque quizás me censuran o me critican. Qué pena no poder hablar de política abiertamente. Como en la antigua Grecia. Aquello sí que era democracia.


Mi destino era Bellaterra, Facultad de Medicina. Justo lo que necesitaba para un sábado. Algo de dinero y salud. Qué difícil es sobrevivir en esta ciudad.


Llegué a tiempo. Nos hicieron una prueba Covid. Qué extraño. Pensé que era agua pasada. Negativo. Cómo duele el palito y la nariz. Luego el desayuno y los compañeros y compañeras. Muchos nuevos. Hace poco que me he metido en este mundo.


Primero vestuario, me cambian de chaqueta. El resto está bien. Luego empezamos a rodar. Motor. Silencio. " horas de magia y cine. Almuerzo. Bocadillos y café. Luego 3 horas más y comida. Arroz vaporizado y lomo con roquefort. Hay peores cáterings. Luego 2 horas de espera innecesarias pero de charla agradecida con un uruguayo recién llegado, un periodista sin periódico, un mecánico de trenes, un comercial téxtil y profesionales precarios del mundillo. Café y una fanta naranja.


El sol de junio que se adelanta en mayo quema mi cara. Fumo un cigarro. Y Martín, un runner argentino, nos convoca en el pasillo. Seleccionan a 18. A mí no. Me pongo el primero en la cola de vestuario. Hay que ser listo en estas ocasiones. Los primeros son los primeros en marcharse. Devuelvo la chaqueta prestada y llego al ferrocaril justo a tiempo. Hay sitio en mi parada. En las siguientes los turistas inundan los asientos y el espacio. Bajo antes de mi destino. Necesito caminar un poco, mirar al sol, a través de mis gafas negras. Caminar un poco y respirar. No soy una máquina. Paro en una exposición de bonsais. Qué belleza. Continuo el camino. Me paro en un bar delante del Hospital Clínic. Tomo una cerveza fría. Hace mucho calor. Un hombre se sienta a mi izquierda. Toma una cerveza. Brindamos.Su mujer tiene hepatitis pero no es grave. Le confío la poca suerte que me queda. Después aparece una mujer pobre gitana. Le pide al dueño que caliente un plato precocinado. Se niega. Intercedo. La mujer es extraña pero veo en su mirada que es buena. La invito a un café con leche. Le regalo unos caramelos de própolis. Fuma mucho como yo y quiere ir al hospital. La veo perdida.El propietario del bar solo ve un estorbo. Hablo con ella y le confieso que mi padre murió de cáncer, quizás por fumar. Me agradece el café. Ojalá todos fueramos como yo me dice. Me cuenta su vida de pena y dolor. Apenas puede respirar. Me coge la mano izquierda y me la apreta. Me bendice con esa magia primitiva y oscura como su piel. Me augura un futuro bueno. Sin necesidad de cartas ni hechizos. Solo la mirada y el tacto. Me despido y vuelvo a casa andando. Sus palabras todavía resuenan en mi cuerpo mientras escribo este texto. Posiblemente no la volveré a ver más. Pero quiero pensar que ha llegado al hospital y alguien más la ha tratado como merece cualquier persona. Que sigue respirando. Me acuesto. El amor me abraza esta noche. Mañana es un día nuevo.

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