Cables enredados

Res publica

Nos conocemos inesperadamente en La Sagrera, de ahí que proclamemos, como un himno, que nuestro amor es algo sagrado que superará las barreras de la muerte. Intercambiamos miradas. Yo te gusto, y tú a mí también. El metro va frenando y se detiene en Camp de l’Arpa. Ese será el instrumento que aprenderemos a tocar para armonizar, mediante acordes mayores, nuestro amor.


Finalmente nos besamos. Sant Pau Dos de Maig. Decidimos que sea nuestro patrón y nuestro día del año para celebrar esta relación infinitamente deliciosa. 


Sagrada Família. Un hijo y una hija, un perro. Una unión inquebrantable. El plan perfecto.


Sin embargo, suena el pitido de cierre de puertas y te bajas del vagón en el último segundo. Tu propósito era hacer transbordo. Ni siquiera te das la vuelta para mirarme. No sé qué pensar ni qué les diré a los niños imaginarios y al perro que me taladra la cabeza con sus ladridos. 


Yo continúo atravesando el resto de la línea azul, cambiando el nombre de las estaciones: Verdaguer por Vete de aquí, Diagonal por Di algo mal y…, Hospital Clínic por Hospital del Mal de Amores, Entença por Guerra, Plaça de Sants por Plaça de Diables


No sé adónde vamos a ir: la red de TMB parece un montón de cables enredados entre sí. No sé cómo mantendré a esta familia desestructurada, ni sé quién seré a partir de ahora. Perdición. En cambio, tú ahora estarás en Arc de Triomf celebrando el engaño a no sé cuántas víctimas.

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