Ven conmigo, princesa

Kilo Tango

El carruaje es la línea verde, la parada: ¿un mundo pequeño? Como muchos portales a otros mundos, si no sabes lo que buscas, no lo encontrarás. Pero yo veo el portal. La entrada: donde el puente extiende desde una cuesta pronunciada hasta la carretera, como si fuese concediendo acceso, tendido sobre un gran foso, permite atravesar la primera línea: un muro de arbustos altos. Es una línea mágica. En un lado, el ruido y polvo de una gran ciudad, y con un solo paso, uno se sepulta en verdor, flores exóticas, y arquitectura tan sutilmente hermosa que no deja a nadie indiferente. El llanto de las sirenas de ambulancias se convierte en el canto de pajaritos.


Pasando el portal, ahí en lo alto de la colina, yace el palacio dorado en todo su esplendor. Los años han castigado el edificio, y férulas lo apoyan por todas partes, pero sigue siendo una corcha de retazos de obra maestra. En la muralla principal una guardia solo te dejar pasar si pagas un pequeño tributo.


Una vez dentro uno se pierde en el romanticismo de los preciosos jardines recónditos. Una maravilla arquitectónica con terrazas excepcionales, llenas de vegetación y flores, que fluyen una a la otra, perfectamente diseñadas para adaptarse al contorno de la colina y el valle que cae a mano izquierda. Escaleras con barandillas de ramas gruesas indican el camino de un nivel a otro, y a rincones privados, mientras grandes escaleras de dos alas se dirigen a extraordinarias fuentes nobles alojando el movimiento suave de peces koi, adornadas por bustos y grandes estatuas de mármol. Un canal hecho para la navegación de barquitos evoca Venecia. Su elevación en una terraza en la parte alta de la colina permite que el agua fluye desde ahí y desemboca en todos los niveles de los jardines, apareciendo en un lugar como una gran catarata mientras en muchos otros mágicamente se filtra por roca cubierta en musgo y tambalea sobre rocas en un murmullo como el de un riachuelo, casualmente cayendo en piscinitas perfectamente colocadas donde nenúfares se lucen en color burdeos intenso. Aquí príncipes anfibios descansan entre las hojas de los nenúfares en su pequeño paraíso.


¿Y la joya de la corona? Coger su mano y cruzar por debajo de la pérgola china, otro portal, y perdernos en el laberinto. Ahí, con ella, los arbustos altos de hoja perenne perfectamente esculpidos nos privaron de la vista al servicio del aumento de los otros sentidos… olor a savia…el perfume de las flores, el pío de los pájaros, el murmullo del agua, la calidez de su mano en la mía, su mirada …una sinfonía discreta.


Y con esa mirada, mis inseguridades tambalearon hacia abajo como el agua de la fuente. Había conseguido regalar a la cumpleañera algo que recordaría por vida. Ella me aceptaba como su Aladdín - un hombre que la coge por la mano y que le enseña la magia de las calles de Barcelona; el metro es la alfombra mágica.


Hace dos semanas la llevé a otro portal, otro mundo mágico, subiendo la línea 5, la guié hacia el aeropuerto, …prados y pájaros, caballos, sol, y un desfile espectacular de pájaros mecánicos gigantescos. La línea 1, transportarnos en el tiempo al yacimiento ibérico, sus vistas espectaculares sobre toda la provincia de Barcelona; la línea 4, pasear al lado del río, acabar en la playa; festivales; mercadillos; castellers o correfocs - un sinfín de posibilidades. Lo único que nos separa de una experiencia mágica es cómo transportarnos ahí. 

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