Un mundo ideal
Una suave caricia me despertó y allí estaba él, cómo siempre, sus ojos almendrados, su cuerpo perfecto. No podía pedir nada más.
Habían transcurrido algunos años desde el último cambio de gobierno y en ese tiempo la tecnología y la sociedad evolucionaron. Se optó por una convivencia más individual. La familia como tal, sufrió una drástica transformación. La fecundación era artificial. Los niños se preparaban para una profesión según sus aptitudes. Los más capacitados intelectualmente eran formados para las ramas científicas y los que tenían habilidades manuales para oficios que requerían mayor destreza.
No existía la superpoblación, ni el paro. El hambre y las guerras formaban parte del pasado. Era un mundo ideal.
Tras muchos años de sequía, se había conseguido un uso más racional de los recursos hídricos. Se adoptaron algunas medidas, tanto en el aseo personal, como en el lavado de las prendas de vestir, ya que tan solo se utilizaba agua pulverizada a una temperatura adecuada, sin necesidad de jabón. Todo era ecológico y sostenible.
Me di un baño en el vaporizador y después de vestirme con el mono de trabajo, le di un apasionado beso de despedida a mi amado y me dirigí hacía el metro.
En la nueva sociedad las viviendas eran pequeños habitáculos para una sola persona, si bien nos permitían compartirlos con alguien de nuestro agrado.
Todo había cambiado y por supuesto el transporte también. Los más ancianos añoraban aquellos trenes llenos de pasajeros, que se desplazaban por el subsuelo y que durante mucho tiempo facilitaron la movilidad a millones de personas.
Pero siglo y medio después de su inauguración, un descubrimiento introdujo una nueva manera de trasladarse de un lugar a otro. Algo que transformaría la vida de los viajeros para siempre.
Validé el billete digital insertado en mi muñeca. Entré en la cabina e introduje la dirección. El símbolo de TMB apareció en la pantalla y una voz femenina anunció el inminente viaje en el teletransportador.
Cuando cerré los ojos y me dejé llevar, en mi pensamiento solo cabía la imagen de mi bello y atlético androide esperándome en casa.