Mi familia y el metro

Diana B

La red de metro de Barcelona cumple 100 años. Yo no soy tan longeva pero ha transcurrido una vida desde que subí por vez primera a uno de sus vagones de madera. Eran los años 60 del pasado siglo, solo había un par de líneas en funcionamiento y, según la economía de cada cual, se viajaba en “primera” o en “segunda”. 


Cada tarde acompañaba a mi madre a llevar la fiambrera con la merienda del orgulloso conductor de metro que era mi padre. Mis recuerdos de niña evocan tardes maravillosas en las que mi padre me permitía entrar en la cabina y fingía dejarme conducir el convoy.


Cuando él hablaba de su trabajo, transmitía orgullo de pertenencia, profesionalidad y respeto por una labor de mucha responsabilidad. No en vano, antaño se conducía manualmente y no existía la tecnología ni los mecanismos de control que hoy son comunes en todos los trenes. Ese trabajo, en aquel entonces, conllevaba mucha responsabilidad.


Crecí amando esas tardes en las que creía ser yo quien conducía el metro.


Con el paso del tiempo, se esfumaron esos momentos de complicidad merendando en la cabina, pero seguí sintiendo respeto por el trabajo que, con tanta pasión, desempeñaba mi padre; soñaba con trabajar en la misma empresa que mi progenitor, realizar su misma labor, sentir ese orgullo de pertenencia y conducir el metro, pero, antaño, solo los hombres podían realizar ese trabajo. Nadie lo cuestionaba, eran las normas. Afortunadamente, hoy, hombres y mujeres tienen las mismas oportunidades en una empresa que se ha expandido, se ha modernizado y es referente en Europa.


No logré ser un trabajador del metro, pero sí lo fue, hasta que se jubiló, mi marido. En los inicios de nuestro noviazgo, mi padre accedió a recomendarle en la empresa, y seriamente le advirtió: “Hijo, voy a dar la cara por ti en una empresa en la que estoy bien considerado, así que no hagas que me arrepienta. Sé responsable, honesto y profesional”


Mi marido siempre ha tenido presente esa premisa y esas mismas palabras fueron las que transmitió a nuestro hijo cuando manifestó su intención de seguir los pasos de su padre y de su abuelo.


Estamos ligados a esta empresa hace tres generaciones. En mi hogar se siente orgullo de pertenencia y se sufre cuando se maltrata física o verbalmente todo lo que el metro representa. En nuestro caso: prosperidad para la familia; para la ciudad: desarrollo, crecimiento y evolución.


Hoy, que viajamos por el mundo, podemos comparar con otros países sus avances sociales, políticos, en transporte… En lo que a la calidad y comodidad del metro se refiere, creo que el de Barcelona es uno de los más prácticos y avanzados de cuantos conozco. Me entusiasmó hace años el de Lyon: sus mullidos asientos de piel te hacían sentir como en casa, pero, siendo sinceros, no sería práctico en un país como el nuestro, donde los actos vandálicos están a la orden del día. O, por poner otro ejemplo, el metro de Londres, con asientos de cómoda tapicería, aunque sucios y desgastados por el uso y vagones tan estrechos que no hay modo de moverse con facilidad entre las hileras de asientos.


Creo que nuestra red de metro es ágil, cómoda y amplia, aséptica y fácil de limpiar.


Los siguientes 100 años traerán, sin duda, nuevos progresos y tecnología que nos ayudará a movernos aún con mayor comodidad y rapidez por nuestra ciudad, y, aunque la cuarta generación de mi familia ha decidido emprender otros caminos, seguiremos orgullosos de esta empresa que nos ha acompañado toda la vida.


 

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