Rielglones.

El Pintor Calleja

Se abre el telón (primera estación) y están todos y todas ya en la escena, como cada día de estos 100 años, el obrero que duerme sumando unos minutos a sus sueños que lleva en la caja de herramientas, va la estudiante de arte, con sus pinturas que se escapan ligeramente de su carpeta como si quisieran ser expuestas en esta galería viva, la señora que cuida al abuelo y que ya caminan ambos al mismo ritmo e incluso tienen un asiento reservado para el yayo, o la yaya cuando son tres y el señor le cede el asiento a su compañera con sus manos azules, se abre el telón y (propera estación) Entra un personaje nuevo, tú, tan valiente y meditando tú día, veo reflejado tu rostro en el vidrio y ambos cruzamos miradas y sabemos que somos parte de esta presencia que fluye como las venas de la ciudad ¿Cual será tu papel? ¿protagonista? ¿quizás un renglón incógnito lleno de futuro que escribe a conjunto todas estás historias?


Se cierra el telón y una música ya conocida como parte de este escenario vivo se escucha a lo lejos e incluso algunos tararean aquella melodía como parte del cancionero de sus narrativas, pasan rápido luceros de neón en los iris del vagón, y por el altavoz una voz, ya familiar, nos recuerda en múltiples lenguas que estamos acompañados y son respondidas por las orejas de 100 años de un riel que se expande, como una raíz viva de metal que en su vientre cobija a todos estos rostros que ya nos son habituales y bautizados por la memoria, cada estación (se abre el telón) trae nuevos y diversos perfiles, rostros, narices, besos, amigos, niños de excursión y dos secretos amantes que vuelven abrazados diferente a cuando por primera vez se subieron al escenario en movimiento hace 100 años atrás, y cada día es un escenario nuevo, cada estación tiene un nombre, un color, unas vidas, espaldas, iris, perfiles de pasajeros de un viaje que continúa en movimiento, se detiene la escena y tú bajas en esta escena, suena el pitido de atención de que se cerrará el telón, y me devuelves una sonrisa cómplice en el reflejo de la puerta, sales, con tu abrigo largo y aquella maleta que lleva tus motivos, se cierra el telón y veo como tu silueta se difumina en la velocidad de todos los latidos de esta escena vibrante de historias, yo sigo mi narrativa, y desde el vientre de este mágico escenario, llega el momento en que saldré un momento de la escena, (se abre el telón) última estación, y sé que más tarde volveré a reconocerme en todas las miradas que compartimos este escenario ambulante, se cumplen 100 años, y sé que volveré, y espero que en la siguiente estación, cuando se abra el telón, estés tú. Los habituales que cerramos la escena hacemos la reverencia al levantarse algunos de sus asientos, la chica artista va con su galería ambulante bajo el brazo, el yayo dice que él estuvo cuando inauguraron esta estación, abajo le espera un nieto que verá como seguirá ampliándose cada día y noche, todas la líneas de estos renglones escritos con las historias donde caben todos y todas, en su diversidad son parte bienvenida de esta narración, de estas historias que sobre rieles comparten a diario un viaje hacia la próxima estación.


(Se cierra el telón).

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