Una señora me ha gritado

Topota

Dejo atrás una jornada de trabajo agotadora atendiendo a señoras prepotentes para mi momento de tranquilidad en el trayecto de vuelta a casa. En el andén, mientras espero, no veo el momento de estrenar mi nuevo diario. En el metro de Cataluña siempre está abarrotado, pero no me importa porque en mi dirección hacia el final de la línea verde se acaba vaciando hasta que llego a mi parada. Sólo espero encontrar un lugar para sentarme y empezar a escribir:


“Querido diario: no soporto más a las personas, de cualquier género, nacionalidad y raza. Ya no me importa nadie más que yo mismo. La mayoría de las personas se comportan con egoísmo absoluto. Tiene que haber algo que nos une como personas. Todavía. No me gusta la idea de que mi salud mental dependa de otras personas. Quiero estar solo pero, en el otro lado de la balanza, está la necesidad de estar con alguien cercano, para no acabar peor. ¿Debería usar este relato para buscar ayuda a mis frustraciones? Escribir me relaja, desde luego.


El metro de Barcelona transporta a diario todo tipo de pasajeros, es ajeno a sus vidas, va siempre hacia adelante cumpliendo su función. Es centenario y seguirá sumando años. Eso sí; siempre que existan pasajeros que llenen sus vagones. No podemos hacer nada más que seguir adelante con el Metro.”

Te ha gustado? Puedes compartirlo!