El eco del metro

Nessa

El metro avanza bajo la ciudad, cruzando túneles que nunca ven la luz. En uno de los asientos, alguien observa su reflejo en la ventanilla, un rostro familiar y ajeno a la vez. Afuera, las estaciones desfilan con su ritmo monótono: una tras otra, como páginas de un libro leído demasiado rápido.


De pronto, una guitarra rompe el murmullo del vagón. La melodía es simple, pero lleva algo dentro, algo que se queda. La voz del músico resuena entre los rostros cansados, despertando recuerdos en quienes lo escuchan. Cuando las puertas se abren, baja con la canción aun latiendo en su mente. Afuera cierra los ojos por un momento, el ruido de la ciudad lo envuelve. Por primera vez en mucho tiempo, no suena vacío.


 


Hay mil historias que nos conectan bajo tierra, las líneas son caminos que nos marcan por un instante, fugaces como estaciones que nunca pisamos. Hay otras cuyo lugar entendemos sólo después de muchos viajes, cuando el destino deja de ser un punto en el mapa y se convierte en parte de nosotros.


 

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