El tren 081

Lawliet

Barcelona nunca para, pero su metro sí. Cada noche, cada noche, tras los últimos viajes, todo queda en silencio. Un silencio que no es normal.


Mariam lo sabía bien, era operadora de TMB, encargada del último servicio de la línea L3. A diferencia de otros trabajadores, ella no evitaba el último tren. Siempre decía que los miedos eran supersticiones y que no pensaran en ellos… hasta aquella noche.


Eran las  2:37 de la madrugada, en la estación Drassanes, Mariam recibió una llamada desde la central.


—Mariam, hay un problema con el tren 081 en la vía 2. Los sensores indican que hay un pasajero dentro, pero el servicio ya terminó hace tiempo. Ve a comprobar lo que sucede y avísanos.


Extrañada, caminó hasta su destino. El tren estaba allí, vacío, algo extraño pasaba… las puertas estaban abiertas.


Entró. Dio unos pasos. Las luces parpadearon y, por un segundo, creyó ver sombras moverse en los asientos.


El altavoz del vagón crujió con estática.


—No estás sola.


Mariam se congeló. No había nadie en la cabina de control, nadie podía haber hablado.


Un sonido seco rompió el silencio: ¡CLAC!


Las puertas se cerraron de golpe.


El tren arrancó.


—¿Qué coño? —Mariam corrió hacia la cabina del conductor, pero los controles estaban apagados. Miró la pantalla de paradas y se le heló la sangre.


PRÓXIMA ESTACIÓN: MUERTE


Eso no tenía sentido. No existía tal estación.


El túnel se alargaba demasiado. Como si el tren nunca fuera a detenerse. Miró por la ventana, esperando ver paredes, cables, luces de emergencia… pero no había nada.


El túnel ya no era un simple túnel.


Era un vacío negro, que ni tenia suelo ni techo. Como si todo estuviera flotando en la nada.


El reflejo en el cristal hizo que su corazón se detuviera.


Había alguien sentado detrás.


Giró la cabeza lentamente… y lo vio.


Un hombre de uniforme de TMB, pero que tenía la piel podrida y los ojos completamente blancos. Su boca se abrió con un sonido seco y un susurro escapó de sus labios:


—Bájate en la próxima… o te quedarás con nosotros.


El tren se detuvo bruscamente.


Las puertas se abrieron.


Afuera, la estación estaba a oscuras, las paredes estaban cubiertas de nombres grabados con uñas sangrantes y nombres de trabajadores de TMB desaparecidos, todo eso la asustaron.


Mariam retrocedió, pero una mano helada agarró su brazo.


—Es tarde.


Sintió un tirón brutal y cayó fuera del tren.


Cuando alzó la vista, vio que el vagón estaba lleno de gente. Todos eran trabajadores de TMB. Todos muertos. Todos sonriéndole.


El tren arrancó, dejando a Mariam allí.


Sola.


La estación se hundió en la oscuridad.


A la mañana siguiente, el tren 081 apareció estacionado en Zona Universitària. Sin conductor.


Mariam nunca fue encontrada.


Pero si te fijas bien, a veces, en los últimos trenes de la noche, puedes ver su reflejo en las ventanas.


Esperando para subirse.

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