¡Cómo cambia la vida!
Claro, todo influye, que si tienes los brazos muy largos o algo cortos, que si el pecho es muy amplio, o la espalda dos centímetros más corta seria perfecta, pero… ¡no los tienes! Todo influye, si tu tacto es suave, o algo áspero. Y sobre todo, el color ¿Es discriminatorio? Por supuesto sí, de acuerdo, tú eres negra y debes haber vivido tus cosas, ya sabemos, pero te sorprenderías. Hoy es casi un privilegio, pero yo ¿amarilla? Escuchas de todo, que, si pareces un pato, incluso un limón, cosas terribles, y delante de ti, como si no existieras o no escuchases ¿yo escogí mi color? No
¿De los primeros años qué te puedo contar? Matilde, ¡qué mujer! Era genial, cuidadosa, delicada…
Yo vivía una vida ordenada, hasta metódica si quieres. Cada noche me acostaba en la cama infantil junto a su habitación, siempre limpísima, para abordar el día siguiente. ¡Qué época! Todo daño, una raspadura, incluso si me veía una mínima mancha, lo solucionaba al momento. Y perfume, sin eso no salíamos de casa. Te diré más, cuando llovía no iba al colegio, y era profesora. Te cuidaba esa es la palabra; pero pasó la caída, fue terrible
Era lunes, vestíbulo Clot, compramos la Tcasual y la empleada que nos ayudó me miro y le dijo a Matilde:
- Está impecable
- Gracias, dijo ella, y sonrió satisfecha.
Al bajar al andén, en el último escalón y con los zapatos húmedos nos caemos las dos. A partir de aquí todo se acelera, dos empleados se acercan rápidos a atendernos, un hombre se presenta como médico, me toca el hombro y le pregunta a ella cómo se encuentra. Pide espacio al tumulto y trata de diagnosticar. Me separan de Matilde y descanso en un escalón frio, pero limpio. Otro empleado acude con decisión al personal de la ambulancia que llega en minutos. La enfermera no repara en mí y da órdenes para el traslado. En dos minutos, separadas. Yo me quedo en el escalón
Tres horas más tarde despierto en una casa desconocida y un hombre me alza como si yo fuera un trofeo
- ¿Qué te parece, te gusta?
- Se ve bonita, dice Marta (después supe su nombre). Vamos a cenar
Cenamos, vimos una peli y me quede tirada en un sillón toda la noche
Después de tres semanas, empezamos a salir de casa. Marta me lleva a su trabajo, un restaurante minúsculo con olor a fritura insoportable. Sin contar las cosas que tenías que escuchar, al lado de la tragaperras donde me quedaba “colgada”. Volvíamos tarde
¡Qué mal cosía! Todo en casa era así, y eso que decía que yo le encantaba. Tuve que hacerme a muchas cosas, si los tienes tenlos bien dicen
Cuando Marta tuvo su bebé todo cambió. Era la pequeña y lo acaparó todo. Me quedé arrinconada, todo para ella yo no encajaba bien, estorbaba. Pude ver que pasaría. Por eso no me sorprendí tanto lo ocurrido
Y ahora aquí, contigo en un colgador de segunda mano, con más compañeras. Lleno de chaquetas con sus historias, sus dueños. Algunas que han visto mucho. Si yo hablara, como dice siempre la falda corta de color rojo que está enfrente la columna. ¿Crees que la gabardina de al lado puso algún día los pies en una tintorería? Vidas duras
Por eso te digo, tú eres negra, sí, pero tienes suerte, combinas con todo, ¡incluso vale la pena tintarte! ¿Pero yo? ¡Amarilla! Se me pone todo cuesta arriba. No sé, ya habría que coserme el forro, el botón de la manga es diferente
El otro día me contaba una camiseta de Paris 2024 que delante de ella le dijo una madre a su hija:
Por seis euros la usas un verano y después, si te aburre la haces trapos es buen algodón, un horror