El metro del tiempo

Santolea

Hoy se celebraban los 100 años del aquel convoy que recorrió el primer esqueleto de miciudad. La abuela me contó cómo le había cambiado la vida. Ella trabajaba en la plaza Lesseps y el nuevo Metro la trasladaba desde Plaza Cataluña a su trabajo en pocos minutos. Lo vivió como un regalo, aunque luego fue una pesadilla. Hoy no quiero hablaros de las bondades del metro. Sino del convoy misterioso, de la pesadilla que os he mencionado. 


 


A mi abuela no hay quien la saque de su historia, invención o alucinación, ella nos la ha repetidouna y otra vez. Y yo la escucho siempre embobada, aunque la razón me dice que no puede haber ocurrido, me dejo llevar por su fantasía. 


 


Dice que sucedió un 30 de diciembre, como hoy. Ya había bajado la afluencia de pasajeros y apenas quedaban unos pocos en cada vagón. Cuenta que, por alguna razón, el convoy comenzó a chirriar como si estuviera tomando una curva cerrada. La gente se miró extrañada ya que el recorrido solo implicaba una suave línea, casi recta. El ruido como de un cañón disparando a la lejanía asustó a la gente. Al poco, una luz potente cegó a los pasajeros que se miraron asustados. Mi abuela dice que le temblaban las piernas y no por el cansancio.


 


Llegaron a una estación desconocida, muy moderna. Se abrieron las puertas y salió por pura inercia. Ponía Plaza Cataluña, pero en nada se parecía a la estación del día anterior. Salió al exterior por las escaleras normales. Las escalas mecánicas que subían solas a las personas le parecieron obra del diablo y ni se acercó. Todo era nuevo para ella. Pensó que soñaba pero al pellizcarse notó el dolor. La gente que circulaba por Las Ramblas vestía raro. Las mujeres llevaban faldas cortas y los hombres vestían unos pantalones acampanados horribles y unas greñas que parecían los de un mendigo. Aparecieron edificios que nunca antes había visto, y la plaza, tan edificada, parecía más pequeña a sus ojos. Una de las pasajeras que iba en su mismo vagón, se agarró a su brazo y se protegió detrás de la abuela. Ella, que siempre se ha caracterizado por ser muy práctica, le dijo que debían regresar por donde habían venido. Que no era posible que eso estuviera pasando, que debían coger el metro nuevamente para ver si se deshacía el hechizo. Sus billetes ya no servían pero se coló sin importarle que pasara el revisor. Quería salir como fuera de ese lugar tan extraño en el que se había convertido ese lugar.


 


Pero el Metro no retrocedió a su tiempo como ella pensaba. Se quedaron atrapados en aquella época futura. Extrañamente insólita. Y ella y los pocos pasajeros de aquel día, tuvieron que adaptarse, sobrevivir en esa jauría humana tan distinta a la que estaban acostumbrados.


 


Supo hacer bandera de su caos. Fue resiliente. Conoció a mi abuelo, formó su familia y fue feliz. Y a los nietos nos cuenta esas historias que nos hacen volar la imaginación, como la de este Metro misterioso que traspasó espacio y tiempo. 


 

Te ha gustado? Puedes compartirlo!