L'L9

Lisbeth Estefania

Bajar, y bajar, y bajar escaleras mecánicas, una línea desconocida, un mundo desconocido. Bajando hacia el infierno me di cuenta de lo solo que estaba el subterráneo aquella media luna de noche. No sé hacia qué dirección ir, no sé dónde voy ni dónde acabaré, solo sé que quiero salir de mi mente y vivir desde fuera como si de un personaje externo se tratara. No quiero estar en mi memoria, ni sentir, ni escuchar, ni pensar, ni hablar. Paro. Estoy cansada. Se siente la suave vibración del metro acercándose, los gritos de las vías, cada vez más cerca, similares a los gritos de mi alma. La muerte se encuentra entre los raíles, la tentación de muchos adolescentes con problemas en su vida. La solución más fácil y rápida para solucionar sus apetecibles deseos de descansar en paz. No la primera opción de un cristiano, pero sí de un ateo. Despierto. Vuelvo a mí. Me levanto cinco segundos, a seis pasos para acabar con mi tormento. Diez segundos. Cinco pasos para subir a la nave y tener que aguantar ciertas estupideces humanas, como el molesto sonido de cientos de teclados o su fuerte respiración y por no hablar de su peculiar mal olor. Hoy la terapia no ha ido bien. Quiero escapar. Tengo miedo. Pensándolo bien, no haría falta suicidarme para morir. Los tendones de mi corazón podrían romperse en cualquier momento de tanto sufrimiento. Esperaré. Me bajaré aquí, Zona Universitària, enlace con línea tres. Ya conozco todo. Llevo mucho aquí. Tanto como para no querer volver. El psiquiatra me dijo que las pastillas podrían provocar alucinaciones. ¿Y si estoy inconsciente, tirada en las vías, inventando algo que se escapa de mi realidad? De ser así, he malgastado los últimos 20 segundos de actividad de mi cerebro en imaginar lo que podría haber sido. Lo de la luz al final del túnel no me lo creo en absoluto y la flor de la vida no es tan bonita como la pintan. Podría seguir escribiendo millones de palabras más y deleitarte con un exquisito vocabulario que el profesor de lengua se ha encargado de enseñarme. Aun así, no te fijarías en mi mensaje solo en mis palabras. Podría estar pidiendo socorro y no te darías apenas cuenta. Mi voz interior en silencio me grita. Ya amanece. Voy a volver.

Categoría de 13 i 17 años. Institut Eduard Fontserè

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