El precio de la avaricia
Era una calurosa mañana de agosto donde el sol brillaba fuertemente. La abuela Carmen, muy popular y muy querida en su barrio, se preparaba para ir al mercado del centro, como acostumbraba a hacer casi cada sábado. Caminaba tranquila hacia la parada del metro, sin imaginar lo que estaba por pasar.
Antes de ir al mercado, hizo una parada cerca del estadio del Barça para resolver un par de asuntos. Allí se encontró con su nieto Lucas, un joven muy inquieto. Se sentaron en una cafetería a desayunar juntos. Mientras hablaban, Lucas apenas escuchaba a su abuela. Su mirada estaba fija en el collar que ella llevaba puesto: una joya única, antigua y muy valiosa que le había contado su valor en un pasado. En su mente, comenzó a trazar un plan.
—¿Dónde vas después, abuela? —preguntó, tratando de que no cogiera sospechas de lo que le podía pasar.
—Al mercado, nieto. Tengo que comprar unas cosas.
Lucas asintió y se despidió con una excusa. Caminó algunas calles hasta llegar a un callejón donde había dejado una mochila con ropa para disfrazarse. Se puso un pasamontañas blanco, gafas redondas, una chaqueta negra, pantalones cargo y zapatillas blancas. Mientras se cambiaba, sintió su corazón latir rápido. Sabía que lo que estaba a punto de hacer era grave.
Poco después, la abuela Carmen bajaba las escaleras del metro sin darse cuenta de que alguien la seguía. Lucas se mezcló entre la gente, sintiendo que el corazón se le salía del pecho. Cuando su abuela estuvo a punto de entrar al vagón, él le tiró del collar con fuerza. La cadena se rompió, y algunas piedras preciosas cayeron al suelo. Carmen se llevó la mano al cuello, sintiendo un leve rasguño. Sus ojos se encontraron con los ojos del atracador.
Lucas corrió sin mirar atrás. Sentía la adrenalina en su cuerpo y el collar en su mano. Escuchó gritos a su alrededor. Pero algo dentro de él se sintió mal. Se detuvo de golpe. Había cometido un error enorme.
Volvió rápido. Bajó las escaleras, tropezando. Cuando llegó, vio a su abuela en el suelo, rodeada de personas preocupadas. Estaba muy pálida y no se movía. Un médico intentaba ayudarla, pero su corazón se había detenido por el impacto del robo.
Lucas se arrodilló junto a ella, con los ojos llenos de lágrimas. Apretó el collar roto en sus manos, y luego le dio un par de besos a su abuela, cogiéndole con mucho amor y cariño que le tenía, se dio cuenta de que lo había hecho mal, se le rompió el corazón.
Quiso obtener algo valioso. Pero terminó perdiéndolo todo.
Categoría de 13 i 17 años. Institució Igualada