No me sonrías
El metro estaba siempre vacío a esas horas. Solo el sonido de los vagones al moverse rompía aquel silencio.
Al fondo del vagón lo vi, un hombre vestido de negro con una bufanda que casi le tapaba la cara. Miraba su reflejo en la ventana, apenas sin moverse. En aquel mismo instante, me miró.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Veinticinco minutos después llegó nuestra parada. Rápidamente salí sin mirar atrás. Aquel extraño no me transmitía nada bueno. Al salir, no vi ningún rastro de aquella bufanda. Giré la cabeza con un presentimiento difícil de explicar.
Allí estaba él, justo saliendo del vagón.
Me miró y, sin ni siquiera pensárselo o temblar, sonrió, dio un paso al frente y se dejó caer a las vías.
No sabía qué sentir o qué hacer. Parecía que hubiera sido la única en presenciarlo. Nadie más reaccionó.
Empecé a escuchar ruidos extraños, voces, susurros. Sentía presión. Sirenas de la ambulancia sonaron y, de repente, se me nubló la vista.
Me había desmayado.
Minutos, o quizás horas después, desperté. Un zumbido agudo no me dejaba escuchar con claridad a mi alrededor. Intenté levantarme. No pude. Estaba en una camilla. Lo único que veía en ese momento eran unas luces brillantes que me hipnotizaban y aquel olor a vinagre que me ayudó a confirmar que, efectivamente, estaba en un hospital.
—¿Despertó? —escuché a mi derecha.
Me giré y vi a un hombre escribiendo en una agenda. Supuse que era un oficial por su vestimenta. Mi corazón estaba cada vez más acelerado.
—¿Q-qué ha pasado? —pregunté nerviosa.
El agente me miró extrañado.
—Eso queremos que usted nos explique. Revisando las cámaras del metro, sale usted sola cuando, de repente, se le ve reaccionar como si algo hubiera sucedido, girando hacia los lados asustada. Lo extraño es que usted estaba sola.
Sentí aquel escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Yo no estaba sola.
Aquella imagen… sonrisa… vías… sangre… Todo era un lío en mi cabeza. Me sentía en una alucinación.
—No puede ser —susurré.
—Entonces, díganos, ¿a quién vio? ¿O a qué? —insistió él.
Su voz me sonaba extraña. Fijándome un poco más, vi una gran banda negra detrás de él.
Esa bufanda…
Me giré para verle la cara al “oficial”.
Él sonreía.
Esa sonrisa…
—Jajaja, ¿me descubriste? —dijo él—. Nunca debiste mirarme…
Un gran ruido nubló mi vista. Todo se volvió negro. Y, sin apenas poder hablar, yo también sonreí.
Categoría de 13 i 17 años. Institució Igualada