Un recuerdo de la infancia
Y como cada semana, llegó el martes, el día de la semana, en que voy a comer a casa de mi abuela. Para mí, es un hábito precioso que no quiero dejar de hacer nunca. Ella vive cerca de Plaza España, así que para ir tengo que coger el metro. Desde mi colegio tardo 30 minutos, así que intento darme prisa al salir para no hacerla esperar mucho rato.
Como cada vez que cojo el metro, intento buscar un sitio libre y mientras tanto suelo escuchar música o veo una película. Aunque cada vez haga la misma ruta y la gente sea casi siempre la misma, esta semana me he dado cuenta de que no reconocía a nadie y que muchas de las personas habituales ya no estaban. En la pantalla vi que había un cambio de ruta en una de las otras líneas, así que di por supuesto que la gente había tenido que modificar su trayecto. Y cuando estaba mirando las caras nuevas me asombré porque había una que me sonaba mucho. Me quedé pensando si sería ella o no y cuando la volví a mirar supe que sí lo era.
Allí estaba, Gabriela, mi mejor amiga de la infancia que se cambió de colegio cuando empezábamos la ESO. Éramos inseparables así que decidí acercarme para confirmar que aquella chica que estaba viendo un día aleatorio en el metro era mi antigua mejor amiga. Me acerqué tímidamente y le pregunté si era Gabriela, la antigua alumna del Suizo. Me dijo que sí y en seguida me reconoció, ya que me preguntó si yo era Inés. Estuvimos hablando un buen rato hasta que yo me tuve que bajar en Plaza España, pero como nos intercambiamos los números, prometimos volver a vernos. Hablamos sobre los recuerdos tan bonitos que teníamos de nuestra infancia juntas y de esta manera el trayecto se me hizo más agradable.
Fue un reencuentro muy inesperado pero muy bonito a la vez, ya que supuso retomar el contacto con una de las personas que me hizo tener una infancia feliz. Este acontecimiento me alegró el resto del día y cuando llegué a casa de mi abuela le conté lo que acababa de vivir. Me dijo que valorase momentos como aquellos y que intentase retomar el contacto con ella, si era así como yo lo quería. Aquellas personas que has querido y que te han hecho feliz durante mucho tiempo hay que apreciarlas.
Como buena nieta que soy, escuché el consejo de mi abuela y retomé el contacto con Gabriela. A partir de ese día nos volvimos inseparables de nuevo y nos dimos cuenta de la cantidad de cosas que teníamos en común.
Otra vez más, me sorprendió la vida para bien y agradezco haber cogido el metro para volver a encontrarme con mi amiga del alma.
Categoría de 13 i 17 años. Fert Batxillerat