Pócima

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Bajo las escaleras con rapidez, actitud distraida, pero decidida. La idea es aparentar normalidad. 


Me siento. 


He elegido Cataluña. Podría haber sido Sants, Sagrera, Urquinaona...


Mucha gente y nadie. 


Bullicio que llena, ocupa, esconde, distrae. Niebla que te envuelve en una pátina de transparencia, de inexistencia. 


Cuanto más vida ajena, menos vida mía. Ese es el objetivo.


Llega el metro y subo. Somos muchos y me integro en la masa humana. Me encanta la sensación. Cierro los ojos y me dejo llevar por el vaivén, el contacto humano, los olores, las voces. 


Paradoja de humanidad y soledad al mismo tiempo. En esa masa no soy nadie y puedo ser cualquiera, quien yo quiera.


Llego a Sagrera y bajo. Dudo.


Puedo coger la línea 9, dirección a casa, pero aún no me veo capaz. La Renfe está descartada, poca gente a esta hora. La mejor opción es la línea 5, nunca falla.


No recuerdo cuándo empecé con ésto. Sí recuerdo el porqué. 


El primer día fue casualidad, luego lo buscaba.


Primero desaparecer entre la gente. Después encontrar mi pócima. Esa persona que en silencio me grita, me dice que siga, que vale la pena, que si ella puede, yo también. 


He cogido la línea 5 y he bajado en Diagonal. Allí he cogido la línea 3 y he vuelto a Cataluña. Se hace tarde y estoy cansada. Me siento.


La veo.


Es una mujer de unos sesenta años. Va en silla de ruedas y lleva muchísima carga. Maletas, bolsas, paquetes...Es increíble lo que lleva a cuestas y lo complejo de la sujeción. Con sus brazos tira de la silla, de su cuerpo y de su vida. Lleva detrás su casa, su todo.


Refleja cansancio su cara, pero al mismo tiempo decisión, perseverancia, fuerza. 


Un chico camina mirando al móvil y tropieza con ella. Lo mira con dureza. Demasiados tropiezos.


Ella está aquí y ahora. Se mueve despacio, pero se mueve. 


Su vida pesa, pero es suya. 


Le agradezco infinito. En silencio.


Yo también puedo.


Respiro.


Mi carga no se ve, pero pesa también.


Vuelvo a ser yo. Puedo distinguirme entre la gente. Quiero hacerlo.


Volverá el dia que necesite la inexistencia, la tranquilidad del ruido, pero siempre habrá alguien. 


Encontraré su fuerza.


Mi pócima.


 

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